Con el incendio forestal de Bolbaite controlado y camino de ser extinguido en todos sus flancos después de destruir más de 1.500 hectáreas forestales en un perímetro acotado por siete municipios, llega el momento de la reflexión. Y José Vicente Oliver, profesor de la Universitat Politècnica de Valencia y presidente de la Plataforma Forestal Valenciana, no se anda por las ramas. «El estado del monte es alarmante: está completamente abandonado a su suerte». ¿El motivo? La «inacción en materia forestal» de una administración autonómica que, de momento, «no ha propiciado una gestión forestal sostenible, sino que ahonda en errores cometidos en el pasado», a juicio de Oliver.

La cabeza visible de la agrupación que integra a 36 entidades representativas de la sociedad forestal sostiene que el fuego de Bolbaite podría quedarse solo en un aviso del «alto riesgo» de grandes incendios que va a dominar el verano como consecuencia de un cóctel de ingredientes explosivos conformado por las altas temperaturas, la falta de lluvia, el cambio climático y los insuficientes medios destinados a la prevención.

El incendio de Bolbaite ha calcinado paisajes emblemáticos y turísticos de la Canal de Navarrés y la Ribera y ha dañado numerosos campos de cultivos y algunas construcciones. Sin embargo, dentro del mal, los expertos subrayan que las llamas „que avanzaron a gran velocidad y se quedaron a las puertas de los núcleos urbanos gracias a la coordinada labor de los dispositivos de extinción„ han arrasado sobre todo superficies de matorral en zonas donde no hay una gran concentración de pinos, rodeadas de espacios agrícolas que funcionaron a modo de barrera de contención.

El daño medioambiental hubiera sido mucho más significativo si el fuego se hubiera producido 10 kilómetros más al suroeste, amenazando el Macizo del Caroig; un pulmón verde de la C. Valenciana donde el presidente de la Plataforma Forestal advierte de la existencia de una superficie de 60.000 hectáreas «abandonadas», que incluye «áreas boscosas superdensificadas y esperando el fuego a punto de caramelo», dada la «excesiva continuidad forestal» y la abundante biomasa, que actúa como combustible.

Esta problemática ya se puso encima de la mesa en el marco del II Congreso Forestal celebrado en febrero en Segorbe. Los ponentes identificaron el Macizo del Caroig como una de las dos zonas de Valencia „junto a la Sierra de Espadán„ con mayor riesgo de albergar un «megaincendio» de consecuencias «catastróficas» para el medio rural.

Fernando Pradells, técnico forestal e ingeniero de montes, echa en falta una gestión forestal que apueste «por la generación de economía en territorios rurales» y compense a los propietarios forestales por los beneficios medioambientales que generan sus parcelas, para evitar que se abandonen y aumente el riesgo de incendios. «Los mejores ejemplos de montes bien ordenados y gestionados son los que generan un rendimiento económico». Pradells subraya la importancia de los proyectos de ordenación forestal en los municipios para calcular el «aprovechamiento sostenible» de los recursos naturales que, como la madera, tienen múltiples usos. El técnico advierte de que la sequía y el cambio climático «hacen más importante si cabe la gestión forestal», aunque considera que las administraciones no se implican lo suficiente porque los resultados son «a largo plazo».

Escaso impacto en la fauna

El presidente de Adene, Javier Antolín, coincide en que, si las llamas se hubieran adentrado en los términos de Quesa o Bicorp, el resultado «hubiera sido desastroso», en una zona de un valor medioambiental incalculable donde existe una gran masa arbórea de pinos. Para Antolín, el principal fallo de la política de prevención actual pasa por la necesidad de «actuar en la interfaz agrourbanoforestal», estableciendo zonas perimetrales alrededor de las viviendas que pueden verse afectadas, involucrando a los vecinos. También ve necesario fijar «buenas áreas perimetrales en las zonas donde se va actuar contra el incendio» para facilitar los trabajos de extinción, así como incrementar los clareos de matorral y cortafuegos. En Anna, la limpieza de los caminos ayudó a frenar el avance de las llamas hasta la zona del Naro o los gorgos.

Adene lleva un seguimiento de una pareja de águilas perdiceras que cría en la zona de Estubeny y que, por suerte, no se ha visto afectada por el incendio. El colectivo limita el impacto del fuego en la fauna, puesto que no se trata de un área de una gran riqueza animal.