Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

cine a peseta

l verano en Xàtiva es para tomarlo con paciencia, de hecho tengo unos amigos británicos con casa aquí que, cuando comienza a subir el termómetro, se marchan a la verde Ávalon. Es posible que nosotros seamos profesionales en eso de aprovechar la fresca. Hubo un tiempo en el que la solución era disfrutar de los cines de verano. El cine Avenida disponía de un enorme espacio abierto en el que las familias llevaban a los pequeños y sentados en sillas de madera se cenaba y podía verse hasta una sesión continua. El Terraza Alameda fue todo un éxito en nuestra adolescencia, siempre unida a la gaseosa a peseta y las pipas, después del bocadillo casero. En mi pandilla nos preguntábamos lo que llevaba cada uno y así variar el menú. Mi amigo Quique siempre llevaba el mejor. También al aire libre fumamos algún que otro primer cigarrillo. Es curioso que no recuerde sufrir el calor como ahora, y tampoco que hubiese mosquitos, que los había. En aquel espacio a media luz podíamos ver desde una película de James Bond hasta Johnny cogió su fusil.

El cine en Xàtiva era toda una institución o así nos lo parecía en los setenta; ahora nadie se cree que en el Gran Teatro se podían ver películas de los grandes directores italianos como Pasolini o Fellini. Allí vimos La città delle donne. Los setenta fueron unos años que revolucionaron las filmotecas del país, jamás hemos vuelto a ver películas como las de Carlos Saura pasando la censura. Podríamos pensar que el cine, entonces, era al aire libre, a la fresca de las noches festivas y las vacaciones y que la ignorancia de los censores no reconocía lo censurable. La cuestión es que los cines de verano estaban llenos y los niños iban acompañados como hacía constar la calificación moral en taquilla. Y si el calor del verano se volvía insoportable, en la plaza de toros ponían "cine a peseta", lo importante era ir al cine nocturno y cenar con los amigos y vecinos. Se salía en grupo y nuestros padres nos ponían la moneda en la mano para que uno mismo se pagase su entrada. Esto te daba cierta dignidad adulta que transformaba nuestras aún infantiles expresiones en niños grandes, porque ver aquellas enormes imágenes en movimiento era lo que esperábamos durante toda la semana. Con el paso de los años supimos que, a pesar de los censores, el cine siempre iba por libre y a la fresca.

Compartir el artículo

stats