La pasada edición de la Fira d´Agost de Xàtiva, recién nombrado el nuevo equipo de gobierno municipal, parecía presentarse como una llamada «Fira de transición». Evidentemente, y dada la fecha de la toma de posesión, no había margen de tiempo suficiente para innovar sobre un programa de actos cuya manera de elaboración seguía unas cómodas pautas repetitivas y carentes de innovación año tras año durante más de dos decenios. Cabía la posibilidad de introducir, y siempre con la limitación de la preocupante y poco clara situación económico-deficitaria, alguna pincelada o acción, más bien como una declaración de intenciones o un matiz de carta de presentación ideológica, para avanzar ya más en la próxima edición de la fiesta mayor setabense.

Pasado un año, y aunque no hay que dudar que la idea y la intención fuera la de profundizar en un cambio en el modelo de organización de la Fira, la velocidad de crucero no se ha alcanzado en este proceso y los factores que consolidaron un modelo de celebración festiva que bascula entre la búsqueda del ansiado evento/espectáculo/concierto destacado y un denso catálogo de actos de carácter estándar, y cada vez menos relevantes para atraer visitantes frente a los de otras ciudades, que se repiten en el programa haciendo creer, „aunque ello no sea así porque cualquier actividad requiere un esfuerzo y supervisión„, la máxima de que al programa de Fira vale con cambiarle el número del año para que esté listo.

Se detecta un cierto miedo también a realizar una auténtica revolución en el programa y que ésta no sea entendida por los ciudadanos, convirtiéndose ello además en un posible problema electoral y otro motivo más de discusión entre los lindes de las parcelas competenciales de cada grupo político de este gobierno municipal, cuyas disputas están alejando el cada vez más necesario pacto de ciudad que Xàtiva necesita urgentemente, también en materia de su tradicional y ancestral Fira. Tampoco está claro que esta revolución fuera posible con los actuales mimbres de una administración municipal desequilibrada, en la que no abunda la proactividad, con graves carencias de formación y una clamorosa ausencia de técnicos superiores y medios, algo a lo que no se ha puesto remedio de manera consciente e interesada durante años. Pero la Fira d´Agost de Xàtiva, la más antigua de las tierras valencianas y entre las pioneras organizadas en la Península Ibérica, ha tenido en sus más de siete siglos de historia, planteamientos, personalidad y formas de celebrarse bastante distintas y con más éxito que la que nos hemos acostumbrado a ver en los últimos veinte, cincuenta o cien años, aunque a la gente le cueste creerlo. Nació como un evento de referencia para una amplia zona territorial en torno a una ciudad, Xàtiva, que también era un referente como segunda ciudad del Reino de Valencia por deseo de su máxima autoridad, el rey Jaume I.

Todos somos responsables de alguna manera. Es verdad que todo aquello queda muy lejos hoy, en agosto de 2016, para una ciudad que a duras penas puede considerarse como tal en su no detenida decadencia de la que seguramente todos somos algo responsables, pero tal vez el camino pase por recuperar una filosofía de Fira, adaptada a los tiempos actuales (planificación, equipo, sociedad civil, consenso, profesionalidad, calidad, valor y promoción), pero sin abandonar, como por desgracia se ha hecho, su carácter emblemático y diferenciador „y por tanto competitivo y atractivo turísticamente para los millones de visitantes nacionales y extranjeros que llenan las costas valencianas en estos días„, como sí que lo ha mantenido, por ejemplo, la también antigua Fira de Tots Sants de Cocentaina. La Fira d´Agost no puede quedarse en una poco complicada seguideta de sucesión de almuerzos locales con autobombo, un sinfín de paradas de productos mediocres, low cost, ilegales o falsificados, una oferta masiva hostelera de baja calidad o para la recogida de fondos locales o unas atracciones de finales del siglo XX que se caen a pedazos.

Es el verdadero reto de la "transición" de la Fira de Xàtiva que, por lo que parece, no va a ser un proceso nada rápido. Pero tal vez es ahora el momento clave para intentarlo, con la suma de todos, porque además serviría como punto de inflexión para una Xàtiva que ya urge que busque y retorne a su lugar en el panorama autonómico valenciano festivo como lo han hecho Elx, Morella, Orihuela, Alcoi o Sagunt.

[Este artículo es el que el autor envió para su publicación quincenal el pasado sábado, pero por error apareció otro].