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Xàtiva y la Batalla del Ebro

Verano de 1938. La ofensiva de Levante se frena tras el ataque de las fuerzas republicanas sobre las posiciones franquistas que han partido la república en dos, aislando a Cataluña, y avanzando hacia Valencia. El objetivo del general Rojo, máxima autoridad republicana consistió en impedir el avance fascista hacia la capital del Turia atacando la retaguardia que se desplegaba por la orilla del Ebro a la altura de Tarragona. El presidente Negrín quería demostrar al mundo que la República aún seguía viva, y con capacidad de resistencia para ganar tiempo, en espera que estallase el conflicto en Europa, ante las ansias expansionistas de una Alemania, que ya había ocupado Austria, y deseaba también anexionarse Checoslovaquia. La euforia desatada en aquel estío para la Xàtiva republicana por el inicio de aquel ataque, quedaría pronto ahogada tras la firma de los Acuerdos de Munich, a finales de septiembre.

Tras el derrotismo imperante, el Consell de Xàtiva decidió trabajar para convencer mediante la persuasión. Los logros de Jovino y Cantador al frente de la alcaldía habían sido muy importantes en las difíciles jornadas del 37, donde la República perdió el norte del país y la totalidad de Aragón. Un tiempo en que Jovino ha envejecido intentando reconvertir al Comité Revolucionario Unificado, en un Consejo de Unificación Marxista encabezado por los partidos socialista, comunista, e Izquierda Republicana, que de momento aparcaban las utopías revolucionarias. Había que convencer a los setabenses por la fuerza de la palabra y dejarse de las requisas a punta de fusil o los asesinatos como medio disuasorio, que no conseguían más que incrementar el número de quintacolumnistas. Se tenía ganar apoyos, y más en aquellos momentos, en que revivía la esperanza en un posible triunfo de la República.

El Consell consiguió normalizar la vida ciudadana y acabar con aquello de que los líderes ácratas se asentaran en las casas de los ricos, se controlara el racionamiento de subsistencias a través de precios de tasa, se instalaran tres hospitales de sangre, seis comedores sociales, se convirtiera la calle Moncada en un centro de cultura antifascista, y tras la muerte de Carchano, se consiguió proteger y concentrar todo el patrimonio histórico-artístico de Xàtiva en diferentes edificios públicos para evitar su expolio y destrucción. Para informar de todo ello, a finales de Agosto, se creó un boletín llamado Frente Popular, que sería editado por un consejo de redacción, donde tendrían voz todos los partidos políticos y sindicatos integrantes del Consell, y donde destacarían las plumas de Aragonés, Fabra, Cantador, y el propio alcalde Jovino, que con sus bandos y editoriales, intentaría explicar las decisiones políticas en la economía de guerra.

A la cultura del Alzamiento Nacional en defensa de la patria, la religión y la propiedad, opusieron la cultura de un pueblo que se alzaba en armas en defensa de sus libertades. Desde mucho antes que acabara la Guerra Civil, los antifascistas se percataron que el 18 de julio sería siempre una fecha simbólica para los franquistas, y así ocurrió tras el día de la Victoria. En verano del 38, el Consell Municipal intentó reconvertir la fecha del golpe de estado en un efeméride que conmemorara el día en que las centrales sindicales, organizadas en forma de milicias, se alzaron para defender la constitución de 1931. Un 22 de agosto de 1938, Jovino Fernández, como alcalde de Xàtiva, sacó a la luz el primer número del periódico del Frente Popular. Se tenía que informar de los partes de guerra de la batalla más importante para la supervivencia de la República, y convencer de que Xàtiva como ciudad de retaguardia, contribuyera a la dotación de medios logísticos y humanos necesarios para el mantenimiento del frente de batalla, sin necesidad de la coerción, la requisa o la amenaza. La cada vez más cercana presencia del frente o las incursiones aéreas sobre Valencia, planteaban la necesidad de construcción de refugios y fortificaciones, de participar en las colectivizaciones, institucionalizar las cartillas de racionamiento, luchar contra los quintacolumnistas, o fomentar la cultura, abriendo bibliotecas populares en la Casa Diego con sala infantil, general y préstamo a domicilio, y otras para heridos de guerra, convertidos en un sitio apacible de estudio y distracción, donde la labor de los milicianos de la cultura sería fundamental para convencer si tanto sufrimiento merecía la pena, y organizar también desde exposiciones de arte antifascista hasta obras de teatro.

La sorpresa inicial de aquella ofensiva cruzando el Ebro quedó abortada a las pocas semanas, y al final del verano llegó la terrible noticia de los Acuerdos de Munich, que dejaban a Hitler las manos libres para anexionarse la región de los Sudetes. La II Guerra Mundial tardaría aun en llegar unos meses, y la República ya no tenía fuerzas para resistir. El esfuerzo se venía abajo a causa de la impensable claudicación de Daladier y Chamberlain. La no intervención acababa con la esperanza de la llegada de la ayuda de las potencias demócratas, y de que un ejército anglofrancés cruzase la frontera. Fabra, redactor del diario, calificó el acuerdo como deshonroso para Europa. La República tendría los días contados, pero a Xàtiva aún le quedaba mucho por sufrir, y más a los miembros de un Consell, que pagaron con su vida el haber defendido la legalidad vigente.

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