La pésima relación en el seno del tripartito gobernante es evidente desde los primeros compases del mandato, en junio de 2015. Y siembra una profunda decepción en los millares de votantes que en las últimas elecciones municipales depositaron su confianza de manera masiva en estos tres futuros socios de gobierno —PSPV, Compromís y Esquera Unida— y en contra del PP de Rus, que cosechó un fracaso sin paliativos al pasar de once a cinco concejales. El tripartito ya estuvo a un paso de gobernar en 2011, cuado la suma de votos y el porcentaje de respaldo de los tres juntos era mayor que los del PP, que en cambio obtuvo once ediles ya que concentró sus apoyos en una sola candidatura. A nivel personal, hace más de ocho años que los respectivos líderes de estas tres formaciones (Roger Cerdà, Cristina Suñer y Miquel Lorente) personificaban ante la opinión pública una alianza estratégica que apuntaba con derribar, un día u otro, al todopoderoso PP.
Sin embargo, las fricciones han sido constantes nada más acceder al gobierno. Para empezar, EU reclamó de modo inflexible algunas concejalías concretas. Y ya para la Fira de 2015 nacionalistas y EU exigieron la prohibición de las corridas de toros y la supresión de la figura de la Reina de la Fira. Luego, las contrataciones a afines practicadas por el PSPV han llevado a EU a denunciar públicamente esta política. Más aún: hace un año Lorente frustró personalmente la contratación del exalcalde socialista Miquel Calabuig en el hospital Lluís Alcanyís. En las reuniones semanales de seguimiento del pacto la tensión, las hostilidades y las desavenencias son de órdago.