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minima moralia

¿Quieren que sea así?

Se sigue escuchando que «tenemos la mejor Sanidad de Europa», quizá para que nadie recuerde —o pueda saber— lo que hubo no hace mucho. Desde luego en la Comunitat Valenciana, cuando otras acusan también los efectos de manos recortadoras, estamos lejos de que así sea. El pasado 27 de junio Ximo Puig era entrevistado por la mañana en una radio con motivo de cumplirse un año de la Generalitat post-PP. Si no recuerdo mal, en ningún momento hizo alusión a la sanidad pública de los valencianos. Ese mismo día, por la tarde, me vi en la necesidad de acudir al servicio de Urgencias del Hospital Lluís Alcanyis, de Xàtiva. Entre acudir al hospital o al centro de salud correspondiente opté por el primero, dado que lo que me movía era el malestar de mi hijo de 28 meses y es bien sabido que el segundo carece de Pediatría por las tardes y en festivos.

Como es habitual, la sala de espera se encontraba repleta de pacientes. En un desvencijado asiento —lucía un adhesivo con la fecha en que se solicitó su retapizado, y los había peores— intentábamos acomodar la modorra del enfermo aquejado de dolor abdominal, diarrea, vómitos y fiebre. Pero, cada rato, era sobresaltado por la megafonía a volumen inhumano y de nada sirvieron nuestras peticiones de moderación. El tiempo transcurría y alguien ofrecía consuelo: «Esto es normal aquí»; «Lo sé. Tenemos experiencia», respondíamos. «Hagan un escrito?», decía otro. Y yo: «Cuando lo he hecho, cabrea que la respuesta incluya "es usted el primero que nos lo dice", y nada cambie». Luego, cada uno aportaba su bagaje: «con mi niña esperé toda la mañana», «yo, con mi abuelo, y no teníamos asiento», «donde vivo hay un médico para cuatro pueblos y, si tiene que salir, nadie»? Y sobre las listas de espera, los medicamentos, etc. Tras casi tres horas de espera, nos recibe una atenta doctora de planta: No está deshidratado, tiene gastroenteritis y prescribe varios medicamentos. Pero, para más inri, en la farmacia nos indican que no aparece el nº de colegiada en las recetas y así nada pueden dispensarnos. Llamo al hospital, me pasan de una a otra interlocutora, y la última afirma: «Tendrán que venir por aquí,? si no viven muy lejos». Le cuento cómo hemos pasado la tarde y le recuerdo que son casi las 20h. Por suerte, después, me llama la doctora y corro a la farmacia.

Lo relatado es conocido; también para la consellera Montón. Carencias e incomodidades tangibles como las interminables esperas, la falta de facultativos en centros de salud, la saturación de las urgencias hospitalarias, reducción de camas, deterioro de la atención y de los espacios, esperas pre y post operatorias, etc., además de otras menos visibles y, quizá, más graves. ¿Alguien dirá todavía que el problema son los extranjeros y los ancianos que colapsan los servicios sanitarios? Si en el primer año de la nueva Generalitat estas deficiencias de la sanidad pública no han sido algo a resolver con premura, ¿a qué, más urgente y primordial dedica, sus esfuerzos la conselleria? ¿Se dará algún cambio en el segundo año de legislatura? ¿O es que, contra lo anunciado en campaña, los recortes y privatizaciones del PP son irreversibles y a toda política social sólo aguarda la merma? Así las cosas, se hace difícil contrarrestar el desencanto ciudadano respecto de la política. Y evitar que mucha gente piense que sobran los políticos.

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