Con una lectura atenta y detallada al contenido de la cabalgata del Ninot de Xàtiva del pasado sábado uno podría hacerse una idea bastante aproximada de lo que ha sido la gestión municipal de los últimos doce meses, una gestión con una considerable colección de desatinos que quedaron muy certeramente señalados „a veces de forma muy evidente, otras de manera más críptica„ en un desfile contradictorio: pasa por sus horas más bajas en cuanto a respuesta de público (había tramos de pena, totalmente vacíos) pero supone todavía una increíble muestra de esfuerzo colectivo, inventiva y sátira a toneladas. Imprescindible.

Si en algunas cabalgatas falleras ha habido un asunto estrella (La plaza de toros en 2007, Miss España en 2001, la fila 12 del Gran Teatre en el 2002 o el relevo político en el consistorio nada más lejos que el año pasado) en la de este pasado fin de semana se cumplió la tradición. El piló de la calle del Ángel y la controversia originada por este corte al tráfico de la calle se llevó la palma de las alusiones. Pero tampoco pasó desapercibida la encuesta taurina y la supresión de las corridas de toros derivada de su resultado. «Un poc improvisada i no gairebé transparent. Va sortir el no; això és el que ens van fer creure. Va votar tot el món, fins alguns que estaven morts», dejaba caer la comparsa de Ferroviària. Por su parte, Molina-Claret puso en escena una divertidísma Rogèrix i Obèlix. «Sr. Obèlix Lorent, no s'enfade. Si vol manar ja sap el que ha de fer: intentar guanyar les pròximes eleccions», señalaban en una de sus escenas. La parodia de los tres personajes de Astérix (Cerdà, Lorente y Suñer) sobre el controvertido relevo del alcalde durante sus vacaciones fue uno de los momentos más brillantes de la noche, así como la alusión al defenestrado centurión Gómez, jefe de la Policía Local hasta hace unos días. Raval enmarcó su desfile en la saga Harry Potter y molesta como la que más por los premios de 2016, desplegó una ocurrente parodia sobre la figura del notario, profesional del que la Junta Local Fallera quiere prescindir para los premios de 2017 pero cuya intención ha frenado en seco la concejalía de Fira i Festes.

Teatre gratis... pero al Corpus

De la necesidad, virtud. Con pocos falleros y pocas posibilidades de montar un gran despliegue, Juan Ramón Jiménez sirvió la ocurrente alegoría de la paella, en la que varios cocineros (otra vez el tripartito) compiten por estar al mando de los fogones. Por cierto que otras fallas también aludieron a las paellas... de la Fira. Y afearon el asfixiante calor y los desmayos que originó el arbitrario cambio de ubicación y hora de este año. Totalmente sembrada estuvo la falla Sant Jordi, con una crítica muy bien trabajada. La invitación realizada a las fallas el año pasado para que pagaran la tasa del teatro y, al año siguiente, se les reintegraría el dinero o la gratuidad actual de la sala para las comisiones y el peaje que han de pagar por ello (tener una escasa disponibilidad horaria o desfilar obligatoriamente en el Corpus) les llevó a escenificar un ball de la Moma que fue una de las mayores ocurrencias de la noche. Retomando una idea que esta comisión ya llevó hace años a una presentación, Selgas-Tovar planteó un judici faller que tenía jugosas alusiones a la actividad fallera y a cómo la viven los falleros y los que no lo son.

Las falles olímpiques de Murta-Maravall llevaron delante de la tribuna a un fallero que escenificó una faena delante del alcalde, Roger Cerdà, que asumió con resignación y sonrisas una alusión taurina tan tocanarices. Tampoco tuvo pelos en la lengua Tetuan-Sant Francesc, que recriminó a los actuales gobernantes su errática gestión: «Des de fòra tor era criticar, perà ara que estan dins no fan ni la meitat», deslizaron en verso.

Cristina Suñer también se llevó lo suyo. Dos comisiones afearon a la edil nacionalista su oposición a la figura de la Reina de la Fira, que su partido, proponía abolir, y sin embargo subió al escenario del día de la inauguración ferial a colocar su insignia a una dama. Tampoco pasaron por alto las fallas al exalcalde Calabuig, druida de la aldea gala que influye en la gestión municipal más de lo que el propio partido socialista quiere admitir.