«No se ha salvado nada. Todo se ha llenado de agua». La feroz crecida del río Clariano a su paso por Ontinyent despertó ayer las alarmas en Canterería, un barrio humilde de casas muy antiguas que conviven pegadas al cauce. Una treintena de los cerca de 300 vecinos que residen en esta zona tuvieron que ser evacuados de forma preventiva conforme el agua comenzó a penetrar en los bajos de sus viviendas. Aunque la mayoría de quienes habitan las casas más dañadas por el temporal se trasladaron a las viviendas de familiares y allegados, diversas familias inmigrantes y de escasos recursos, sin ningún sitio adónde ir, tuvieron que ser realojadas en el albergue municipal, habilitado por el ayuntamiento para los afectados.

«¿Ya podemos volver a casa?». La pregunta con la que recibe al periodista una mujer a su llegada a las instalaciones refleja el nivel de incertidumbre que se respiraba ayer tarde en el ambiente. «Han venido la Policía y los Bomberos a primera hora y hemos sacado lo que hemos podido. De momento no sabemos qué va a pasar con nuestra casa. Todas las habitaciones están llenas de agua». Es el testimonio de Bozidar, que se erige en el portavoz de la docena de desalojados que han encontrado cobijo en el albergue.

«Todo ha pasado en cinco minutos. El río ha comenzado a crecer y cuando nos hemos dado cuenta, lo teníamos dentro de casa», cuenta Bozidar. Su mujer, que prefiere no dar el nombre, ahonda en detalles. «Me fui a trabajar a las siete de la mañana y no había peligro. Al poco tiempo me llamó mi marido y me dijo que estaba todo inundado. Mi hija solo tiene tres años y estaba muy asustada». A primera hora de la tarde de ayer, los evacuados desconocían si podrían volver a sus hogares y se mostraban inquietos. El consistorio les ofreció pasar la noche en el albergue para evitar riesgos potenciales y les suministró comida y bebida. Hoy podrán volver a sus casas. «Aquí hay gente enferma. Mi amigo se ha quedado atrapado en el coche y no ha podido ir a trabajar. Esta lluvia ha sido un desastre», resume Bozidar la agonía.

Pasado el mediodía, el nivel del Clariano comenzó a descender y los vecinos que se quedaron en el barrio pudieron respirar más tranquilos, aunque trabajaron sin cesar durante toda la mañana para despejar el agua que anegaba sus viviendas, mientras evaluaban los estragos del temporal. «El agua ha mojado todos los muebles y ha llegado hasta el salón. Los daños van a ser muy grandes: Vamos a poder salvar poco», observa Isabel, una de las vecinas afectadas. «Para colmo, estamos sin luz toda la mañana y de los nervios. ¿Quién me paga a mí todo esto?», remacha.

Una decena de desalojados en Oliva

El desbordamiento de la rambla de la Gallinera, en Oliva, aisló también algunas viviendas situadas en la zona del Riuet dels Gorgs, lo que obligó a las autoridades a ordenar, a primera hora de la tarde, su desalojo. Según fuentes de la Policía Local, fueron una decena de personas las que tuvieron que salir de ese lugar, primero en una lancha de la Cruz Roja, dada la imposibilidad de acceder con vehículos, y después montados en un camión.