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Las Hijas de la Caridad dejan Ontinyent después de casi 150 años en la ciudad

Las últimas 5 monjas del Hospital Beneficencia y La Milagrosa se marchan el lunes por falta de vocaciones

Las Hijas de la Caridad dejan Ontinyent después de casi 150 años en la ciudad

«Estamos recibiendo mucho cariño». Con mucha emoción y casi sin poder hablar, así se expresaba ayer sor Adela, una de las cinco religiosas „las últimas„ pertenecientes a las Hijas de la Caridad de la orden de San Vicente Paúl, que este lunes dejarán definitivamente Ontinyent, después de casi 150 años de presencia en la ciudad. La falta de vocaciones religiosas está detrás de esta marcha de las últimas cinco monjas de la orden en la capital de la Vall d'Albaida, que prestan servicio en el Hospital Beneficencia (una residencia de la 3ª edad) y el colegio La Milagrosa. Sor Adela se mostraba ayer muy emocionada por las muestras de agradecimiento y cariño que están recibiendo, ante las que manifestaba «no sabemos que hacer», y agradecía, a su vez, a las familias de los alumnos y de los ancianos, así como a «todo el pueblo de Ontinyent» por las muestras de apoyo.

Unas muestras que ayer vivían uno de los actos más emotivos de reconocimiento a la labor de las religiosas con un homenaje en el colegio La Milagrosa, con asistencia de alumnos, exalumnos, profesores y padres. Hoy, en la misa sabatina de las 8 horas también serán reconocidas y a continuación se descubrirá una placa conmemorativa del casi siglo y medio que las Hijas de la Caridad están en la capital de la Vall d'Albaida.

Sor Ángeles, sor Adela, sor María, sor Pilar y sor Josefina, las cinco religiosas de la orden abandonan Ontinyent el próximo lunes, dejando atrás siglo y medio de labores sociales y educativas en la ciudad. Llegaron en 1870, explicaba ayer sor Adela, quien remarcaba que en los últimos años sus trabajos consistían en labores de apoyo en el Santo Hospital Beneficencia y en La Milagrosa, labores de «en la portería, de ayuda con los ancianos, cosas puntuales, de apoyo», incidía. Sor Adela, que llegó a Ontinyent en el año 2000 „«soy la penúltima que llegué, dos o tres años después llegaba la última», subrayaba ayer„ explicaba que las religiosas se marchan a Valencia, a una residencia de las Hermanas de la Caridad, «solo de religiosas», apuntó sor Adela, quien añadía que «yo voy a un piso de labor social, de Cáritas». La religiosa más mayor de las cinco cuenta con 95 años y la más veterana en la ciudad es sor Ángeles, que lleva en Ontinyent 66 años.

Anuncio de marcha en 2012

La falta de vocaciones religiosas jóvenes empuja la marcha de las Hijas de la Caridad de Ontinyent. Precisamente, esta semana se hacía público un informe en el que se alertaba que de los 800 conventos de España, dos tercios están en riesgo de cerrar por la falta de vocaciones y por la avanzada edad de las religiosas. En Ontinyent, la presencia de las Hijas de la Caridad ya peligró en 2012, cuando la orden de San Vicente de Paúl a la que pertenecen anunció la marcha de las entonces siete religiosas que había en la ciudad. Ontinyent se movilizó y el alcalde, Jorge Rodríguez, como presidente de la junta rectora de la Fundación Hospital Beneficencia, presentó una moción en el pleno de septiembre de 2012 reclamando el mantenimiento de las religiosas en la ciudad. Además, se recogieron más de 4.000 firmas de apoyo a las religiosas.

Las muestras de apoyo de aquel 2012 incluyeron el viaje a Zaragoza de un grupo de vecinos, entre ellos representantes de padres, alumnos y profesores del colegio La Milagrosa, para reclamar ante la Casa Provincial de las Hijas de la Caridad que no se autorizara la marcha de las monjas. También hicieron entrega de las firmas de apoyo a las religiosas y a su labor en la ciudad.

Ahora, la marcha de las Hijas de la Caridad que quedan en Ontinyent es irreversible y las cinco monjas de la orden partirán definitivamente el lunes. Sor Adela indicaba que dos se quedan unos días para finalizar los trámites, pero no hay vuelta atrás a la marcha de las últimas Hijas de la Caridad de Ontinyent, después de 147 años de presencia en la ciudad. Sor Adela se despedía evocando que «lo que se ha sembrado, que dé fruto».

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