«La Valladina debe miles de euros a los músicos». Aida Company se presentó en la Entrada de Bandas de Sax el miércoles con un trozo de tela en el que se leía esta frase. Desde una acera, esta alicantina de 27 años desplegó la pancarta pacíficamente y en silencio al paso de los integrantes de la banda para reclamar los más de 1.000 euros en impagos que, según sus cálculos, arrastra la Unió Musical solo con ella. En ese momento, dos componentes de la Valladina „el cabo y su pareja„ salieron de la formación para increparla y arrebatarle la pancarta mediante un violento forcejeo. «Fue una agresión», narra a este diario la joven.

La cosa no fue a mayores porque un hombre del público intercedió para ayudar a Aida y poner fin a la escena, pero la acción se ha convertido en viral y ha generado una corriente de apoyo a la flautista, porque ha visibilizado un problema soterrado que muchos músicos sufren en silencio. «Quería que se supiera mi caso para que no le vuelva a pasar a nadie más. Hay gente que tiene miedo por la esperanza de cobrar pronto. Yo he perdido la esperanza y solo me queda protesar pacíficamente por lo que es mío», relata Aida.

«La mayoría de personas que llegan a la banda son de fuera y van rotando. Al principio te pagan, pero luego cada vez se van atrasando más y todo son promesas: te hacen creer que van a pagarte, pero al final todos son largas, ni te cogen el teléfono y terminas cansándote». Así explica la flautista la dinámica de trabajo de una formación conocida por desplegar una frenética actividad por los municipios, donde se oferta a las comparsas con precios muy bajos. «Juegan mucho con la parte psicológica. Casi todos a los que deben tienen problemas económicos y no se atreven a protestar porque necesitan el dinero, pero cuando pasa más de un año las promesas dejan de tener validez». Aida decidió romper ese bucle el día en que supo que la banda estaba buscando a otra flautista para reemplazarla, mientras la deuda con ella era cada vez más abultada. A los 1.000 euros de los actos que aún no ha cobrado hay que sumarles 300 por hacer de enlace para atraer a la formación a otros músicos de refuerzo en las salidas.

Tras la protesta, Aida se siente «desbordada» por el apoyo recibido y nerviosa por su repentina popularidad. «No dejan de mandarme wasaps y de escribirme gente que ni siquiera conozco para darme ánimos», asegura. De momento, la banda guarda silencio. La flautista no descarta seguir denunciando la situación en otros pueblos, aunque no le hace especial ilusión. «Los músicos están indefensos ante la ley. Hay un vacío legal, porque no hay contrato de por medio. La gente confía en que las bandas pagan, pero algunas como esta se aprovechan y luego no puedes denunciar», apostilla.

A Pablo, un músico de Navarrés que toca la tuba, la UM Valladina le debe 340 euros desde hace medio año. «Estaba trabajando en una fábrica y dije que no para ir a tocar, porque es una banda que tiene fama de salir mucho por ahí», explica a Levante-EMV. Después de mucho insistir, el cabo de la Valladina terminó bloqueándolo de sus contactos. Era su segunda salida con la formación, de la que ahora no quiere saber nada. «Como a mí han enganchado a muchos», observa.«Estamos desprotegidos»

Una percusionista de Sax narra con impotencia una situación similar. Tocó con la Valladina en Biar en abril de 2016 y todavía no ha cobrado. Ni siquiera han contactado con ella para darle una explicación sobre los 160 euros que le deben. «Nos hicieron ir a ensayar a Vallada y luego ni nos han pagado la gasolina», censura. A Aida la aplaude y coincide con ella: «Los músicos estamos desprotegidos».

La flautista que protagonizó la protesta descarta denunciar su agresión porque no sufrió heridas, más allá de algún arañazo. Lo que sí lamenta es el trato de los agentes de policía que le requisaron la pancarta y amenazaron con llevarla al calabozo por armar escándalo. Lejos de amedrentarse, la flautista confeccionó otra pancarta con un trozo de mantel y un bolígrafo, se subió al balcón de una comparsa y retomó la reivindicación, sin armar ruido. Los agentes le tomaron los datos. «No me trataron con buenas formas. Me quitaron la pancarta, cuando no estaba haciendo nada ilegal», zanja.