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«Los grandes personajes que te ofrece el teatro no te los da el cine ni la televisión»

«Los grandes personajes que te ofrece el teatro no te los da el cine ni la televisión»

Concede la entrevista en un receso de los ensayos de 24 horas en la vida de una mujer, su próxima producción. El currículum de Silvia Marsó (Barcelona, 1965) está repleto de nombre esenciales de la escena española (Miguel del Arco, Adolfo Marsillach, José Luis Alonso, Andrés Lima...). Comprometida con el teatro de calidad como si le fuera la vida en ello, no deja de reivindicarse aunque sea en una función (aparentemente) ligera como la de este sábado. La Marsó figura ya entre las imprescindibles de la escena española por méritos propios. Puede comprobarse mañana en Ontinyent. Le decimos que la platea está agotada ya desde el miércoles y se alegra.

¿Y si la gente va por ver a Pablo Chiapella a hacer de Amador?

Pues no lo verán porque hace un papel muy diferente. La obra no tiene nada que ver con lo que él hace en la serie: hay muchas más referencias intelectuales, por así decirlo. Sin duda que es una comedia muy potente, está muy presente la risa. Pero muestra muchas más cosas. Te hace reflexionar sobre la soledad, las dudas, la necesidad de relacionarte, las personas que viven sólo para su trabajo...

¿Es un texto exigente?

Sí, de verdad; si no, no la hubiera hecho. Tengo la suerte de poder escoger los papeles. Y en el caso de una comedia, si es algo que sólo me hace reír no me interesa. Ni como actriz ni como espectadora.

¿Hay demasiada banalidad en algunas propuestas actuales?

No, no, tampoco es eso. Creo que cada vez se está haciendo un teatro mejor. Se hacen cosas muy interesantes continuamente, ves a actores y actrices muy preparados... Pero también es cierto que a veces te ofrecen alguna que otra patochada. Yo mientras pueda elegir, esas cosas las dejo pasar.

Ahora en realidad ya está con otra cosa en el horizonte...

Sí. Es una obra de Stephan Zweig que estrenaremos en agosto. Haremos gira en catalán y en castellano. Así que aunque estoy con La puerta de al lado, a la que le queda medio año de gira, la verdad es que ya estoy metida en esto otro.

¿Es muy arriesgado producir?

Muchísimo, yo por ejemplo en 24 horas en la vida de una mujer afronto un gran riesgo. De entrada, actuamos seis personas: tres actores y tres músicos en el escenario, con lo que eso comporta. Estamos hablando de riesgo económico de verdad, de perder dinero si la cosa no funciona. Pero también pienso que el buen teatro surge sólo de quien arriesga. Es una actitud.

Centrada como está en el teatro no ha dejado el todo la televisión ni el cine.

Sí, pero tengo clarísimo que los grandes personajes que te ofrece el teatro no te los da el cine ni la televisión. ¡Para las mujeres, el cine o la televisión sólo tiene papeles de jovencita! En el teatro hay papeles fantásticos, la Yerma de García Lorca, Nora, de Ibsen; la madre del zoo de cristal, Hécuba... Muchísimos.

Nuria Espert, con más de 80 años y encadenando funciones y funciones, lo ejemplifica ¿no?

Sí, sí, claro. Es impresionante.

Usted hizo de teatro de calle. ¿Le gusta presumir de haber comenzado desde abajo?

El teatro en la calle es un aprendizaje total. Pero no hay muchas diferencias en cuanto al grado de ilusión si es por eso por lo que me preguntan: la tenía entonces y la he tenido después, de profesional, y la sigo tiendo ahora. El teatro, además, tiene un poso de compromiso cultural que va un poco más allá. O al menos, el tipo de teatro que yo quiero. Además, supone un esfuerzo físico, un desplazamiento, un mostrarse al público...

Suele insistir mucho en que puede escoger. ¿Es así siempre?

Ya hace tiempo que puedo escoger, sí. Pero esa situación es fruto de mucho trabajo. Llevo ya 37 años en los escenarios. Eso, al mismo tiempo, es también una garantía para el que me contrata. Los directores ya saben a estas alturas que no hago patochadas o que al menos intento no hacerlas. Si entro a un proyecto ha de ser de calidad, de garantía. Y yo también ofrezco lo mejor. Es simplemente mantener un criterio.

¿Es más difícil la calidad teatral en una comedia?

Es más difícil, sí, sin duda. Porque la comedia, automáticamente, parece que sea algo facilón, comercial; algo que con hacer reír de la manera que sea ya está logrado. Y contrarrestar eso es difícil. Un ejemplo clarísimo es Aquí no paga nadie, de Darío Fo. Yo produje una versión porque creo que es una de las mayores comedias que hay y, al mismo tiempo, invita a una gran reflexión, es una obra que tiene un contenido brutal.

En su currículum brilla su paso por la Compañía Nacional de Teatro Clásico. ¿Qué supuso?

Lo supuso todo. Y no sólo por el hecho de formar parte de la compañía, que ya es bastante, sino además por dirigirla Marsillach que fue uno de los mayores sabios teatrales de este país, un grande.

Montaron «La gran Sultana», de Miguel de Cervantes.

Sí, de Cervantes e inédita. ¡No se había representado nunca! Es imposible que en Inglaterra quede alguna obra de Shakespeare sin representar, ¡impensable! Y aquí teníamos un Cervantes jamás puesto en escena. Pero lo más gordo es que ya no se ha vuelto a hacer. Se puede decir que fui la primera actriz que hizo ese papel... y la última.

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