Los terrenos del hotel Montsant donde Inelcom pretende construir un museo subterráneo de arte contemporáneo esconden un tesoro arqueológico de dimensiones en buena medida desconocidas, cuyo estudio podría ayudar a despejar las incógnitas que rodean a un enclave de incalculable transcendencia histórica para Xàtiva, donde se entrecruzan culturas y civilizaciones diversas.

El centro de recepción de visitantes del controvertido complejo cultural se proyecta en el actual aparcamiento del hotel, donde los sondeos y estudios previos han revelado la existencia de un yacimiento de la época islámica, dentro de la trama urbana árabe donde se levantaba la aljama musulmana, antes de la conquista cristiana que dio paso a la fundación de un monasterio de la orden del Císter en la misma parcela.

Las excavaciones dirigidas hace dos años por la arqueóloga Reyes Borredá, coordinadora de Montsant, alumbraron en esta zona una puerta de muralla califal que los promotores del proyecto quieren convertir en la entrada principal del futuro museo. También han aparecido estructuras de casas islámicas, dependencias y un patio. Estos restos permanecen ahora cubiertos y se integrarían dentro del conjunto museístico, junto a los previsibles hallazgos arqueológicos que se descubran en el marco de las nuevas excavaciones. Lejos de representar un obstáculo, el arquitecto que coordina el equipo redactor del proyecto, Arturo Sanz, sostiene que los elementos se recuperarían y se incorporarían al plan de edificación, que aboga por camuflar las instalaciones lo máximo posible con el paisaje, empleando cubiertas vegetales.

El arqueólogo municipal de Xàtiva, Ángel Velasco, recalca que la construcción del centro de recepción -también conocido como «museo menor- deberá adaptarse estrictamente a los resultados de esta intervención arqueológica y a las medidas correctivas que se decidan en sintonía con la Dirección de Patrimonio, para garantizar la conservación de los hallazgos. Velasco garantiza «al 100%» que en este punto saldrá a la luz material de la época islámica, a falta de conocer «la calidad y la cantidad» del mismo. El arqueólogo ve probable que se localicen nuevas viviendas que podrían rodear el edificio principal de la aljama, aunque por ahora «son solo especulaciones».

Velasco considera «muy oportuno» que el proyecto devuelva «un uso» a la puerta califal e integre los restos arqueológicos como «un valor añadido» del complejo. A falta de conocer los detalles, el técnico subraya que, hasta el momento, las intervenciones arqueológicas que ha desplegado la actual propietaria del hotel en el enclave «han sido impecables y muy respetuosas» desde el punto de vista arqueológico y patrimonial. «Ya me gustaría que todos los promotores en el casco urbano fueran iguales», indica. En 2014, unos trabajos de limpieza y acondicionamiento arrojaron luz sobre el valor monumental del aljibe medieval y destaparon unos grafitis en su interior fechados a partir del siglo XVI. En 2014, en la cara sur del hotel se hallaron unas ruinas de la iglesia neoclásica del monasterio, reconstruida a finales del XVIII.

El historiador Josep Lluís Cebrián ya observó en un premiado trabajo publicado en 2003 que en el subsuelo del Montsant se conservan los restos del antiguo templo cisterciense fundado en 1320. Según éste, una excavación en profundidad permitiría recuperar la estructura íntegra original, desde la iglesia hasta el claustro, pasando por la sala capitular. El ensayo apuntó incluso a la posibilidad de que en el enclave hubieran existido edificios militares o de defensa durante la época íbera y romana. En 1580, la abadía femenina dio paso a un priorato masculino dependiente del monasterio de Santa Maria de Valldigna y, a partir de 1839, se transformó en un asilo. El inmueble, en ruinas, terminó siendo derribado en el siglo XIX, aunque en el XX se edificó en la finca un chalé privado. El actual hotel-restaurante data de 1994.

Retomar las excavaciones en la parcela original del convento es precisamente el punto de partida del proyecto del futuro museo. La primera fase de los trabajos contempla delimitar todo el perímetro de la iglesia y el claustro para tratar de fijar en el tiempo todos los elementos de ocupación que se sucedieron a lo largo de los siglos. Dentro de la hoja de ruta trazada, Reyes Borredá también aboga por documentar la génesis, la evolución y el deterioro de los tramos de muralla que rodean el complejo y que se integrarían en el museo, ahondando en las técnicas constructivas de los lienzos, con el objetivo de centrarse posteriormente en su consolidación y preservación.

Consolidar el aljibe medieval

Por otro lado, la intervención incluye la limpieza y recuperación de las bóvedas del aljibe medieval para «integrar la estructura original de la construcción en el paisaje», además de catas y estudios arquitectónicos para datar y contextualizar el aljibe, avanzar en la «comprensión de su uso» y conocer mejor «la estructura económica y social de la época». El proyecto quiere «consolidar» esta instalación para hacerla visitable.

Tanto Borredá como el arqueólogo municipal coinciden en descartar casi por completo hallazgos arqueológicos de valor en la zona de la ladera del castillo donde se proyecta el edificio principal o «museo mayor», la parte más controvertida (junto a la ampliación del hotel) de una iniciativa contra la que comienzan a alzarse las voces críticas. Aún así, en este valle también serían obligadas las prospecciones y un arqueólogo supervisaría en todo momento la obra. En las inmediaciones hay una mina de agua islámica, pero fuera del ámbito de intervención.