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LA MEMORIA DE TRECE ONTINYENTINS

La llamada ?por el gobierno de la ciudad„ II Setmana de la Memòria Democràtica d'Ontinyent en la que estos días anda sumida la población a través de un diverso programa de actividades viene a activar la ley de la Memoria Histórica que, de forma torticera e insultante, los gobierno del PP que preside Rajoy han dejado en papel mojado. Afortunadamente, en esta ciudad dicha conmemoración empieza a ser una cita justa, necesaria y, es de esperar, en ascenso y consolidación. Sobre todo de cara a ir nutriendo la memoria colectiva de los valores democráticos. Menos entre la gente de mayor edad, y más entre las nuevas generaciones.

Sin duda el epicentro de la programación lo constituye la jornada de hoy miércoles, dedicada, entre otros actos, a explicar los trabajos de exhumación referidos a esa versión masculina local de las 13 rosas madrileñas. Centrada en esos trece republicanos ontinyentins, juzgados y condenados la mañana del día de la baixada del Cristo, en plenas fiestas de moros y cristianos de 1939. Fue un episodio, aún hoy, lleno de interrogantes para los investigadores ya que no se sabe de quién fue tamaña ocurrencia, la de celebrar el simulacro de juicio en día tan señalado. Máxime cuando esa clase de juicios se venían celebrando en València y los condenados a muerte eran fusilados por los franquistas en Paterna, como así aconteció con otros ontinyentins en aquella época.

Fue aaquel un juicio cruel y sin ninguna garantía procesal para los quince acusados, si bien al final dos fueron condenados sólo a prisión. Se dictaron unas sentencias en las que solo contaron, como única constatación argumental en su contra, que creían y defendían los valores democráticos de la República. Aquellas víctimas del odio y la represión aplicada arbitrariamente por el franquismo tenían como fin atemorizar y expandir el miedo a la libertad entre la población. Aquel asesinato múltiple se materializó ante la tapia derecha del cementerio municipal. Fue un 15 de diciembre de aquel mismo año. Se llevó a cabo, tras la presión de las autoridades franquistas efectuada desde la corporación municipal que presidía como alcalde el abogado Luis Mompó. Aquel hecho inhumano medio siglo después, con motivo de una entrevista que Mompó concedió a la revista Crònica, era subestimado por su artífice, que justificaba las ejecuciones con calumnias y difamaciones al esgrimir „falsamente„ que los fusilados estaban ligados a delitos de sangre. Esa ejecución, vista por los historiadores y junto a la suma de otros miles que hubo en España contra republicanos, tras la guerra civil, constituye una de las páginas más negras escritas por la dictadura de Franco en el contexto de la historia mundial, ya que después de contiendas similares suele primar la reconciliación, y no la venganza o el exterminio.

En consecuencia cobra singular importancia reparadora la exhumación e identificación prevista para hoy, que se realizará desde los dos nichos donde, mayormente, fueron depositados. Al parecer otros dos reposan en tumbas diferentes. Fue al final de la década de los 60, cuando el alcalde de entonces, V. Gironés Mora, propició el traslado de restos de la fosa común a los nichos sin nombre. El paso siguiente del gobierno municipal podría plasmarse mediante alguna evocación a las víctimasen la necrópolis.

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