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La Semana Santa que pudo haber sido

en los años de la denominada Transición muchas de las celebraciones de la Semana Santa española sufrieron un cierto impasse como consecuencia de la decadencia del uso social del estar bien visto participar en este tipo de actos y, por otra parte, de la reacción y posicionamiento ideológico contra estos actos en el marco de la naciente diversidad de militancia política de aquel tiempo. Este fenómeno social afectó especialmente a aquellos municipios con poca tradición histórica en sus celebraciones de Semana Santa, pero también a otros, como el caso de Xàtiva, con larga tradición pero una progresiva decadencia respecto a su esplendor de antaño.

Transcurrido aquel tiempo y avanzada la normalidad democrática se produjo un punto de inflexión, sobre todo en las celebraciones de la Semana Santa valenciana y algunas de ellas, como el caso de la Semana Santa Marinera de Valencia o la de la ciudad de Alicante comenzaron a resurgir, con un masivo apoyo ciudadano y la decidida implicación de sus ayuntamientos, conscientes de la importancia de su legado histórico y cultural, y del atractivo turístico y mediático generador de riqueza que éste siempre conlleva. Hasta el punto que hoy la Semana Santa Marinera ha sido declarada en poco tiempo de interés turístico nacional y la de Alicante de interés turístico autonómico, sin olvidar las declaraciones de interés turístico internacional de Elx, Orihuela y Crevillent, o de interés turístico nacional de Sagunt y Alzira, y en cierto modo Gandia. En Xàtiva, como en muchos otros aspectos, las celebraciones siguieron su consuetudinario curso. Las diferentes cofradías notaron el descenso de la participación en aquellos años y hubo después un repunte, pero, pese a ser la Semana Santa Setabense una de las más antiguas de las tierras valencianas, sin esa implicación, auge, brillantez y promoción que se produjo y se mantiene en otros lugares. Sólo hay que dar un vistazo a los especiales sobre Semana Santa que publican los principales medios de comunicación de la Comunitat Valenciana para comprobar la nula o escasa presencia de los actos de la Semana Santa Setabense, incluso tras su reciente declaración como fiesta de interés turístico provincial. Un reconocimiento que ha tardado años desde su planteamiento, cuyo distintivo no ha sido entregado por ningún responsable autonómico como era lo habitual en estos casos y al que debería haber seguido de inmediato la gestión para obtener la declaración de interés turístico autonómico del acto de Les Cortesies del Miércoles Santo y la Procesión Genaral del Santo Entierro del Viernes Santo, „las más vistosas„ ambas en el valioso y exclusivo conjunto histórico-artístico de la ciudad de Xàtiva.

Situaciones como que siga sin solución, año tras año, la ausencia de las monumentales imágenes de la Santa Cena, Jesús de la Buena Muerte o Nuestra Señora de la Esperanza por la calle Corretgeria el Viernes Santo a causa del irregular pavimento, o que las propias cofradías hayan de buscar voluntarios para retirar las vallas municipales de protección en un acto como la tamborada de la plaza del Mercat, que atrae tanta gente y dinamiza generando riqueza comercial-hostelera, no hablan bien de la coyuntura actual de la celebración.

Pero el principal problema radica en la cada vez menor implicación de los ciudadanos de Xàtiva en las cofradías „todas y cada una importantes para aportar a la riqueza y diversidad de la celebración„, los meses inactivos ya costumbre en la ciudad después de colgar las vestas tras el Viernes Santo, y la falta de relevo generacional a la hora de continuar tradición, conservación y organización de unos actos que no se hacen solos y que deben responder al trabajo de todo un año. Esta participación que se precisa numerosa, a través de jóvenes y colectivos, con voluntad de recuperar el esplendor, unida al firme apoyo municipal, ha sido y es la clave del éxito de la Semana Santa Marinera y la alicantina, entre otras. La Semana Santa Setabense tenía potencial y condiciones para haber seguido ese camino, la riqueza de los textos de Carlos Sarthou no deja lugar a dudas. La cuestión es si hoy la ciudad, en su conjunto, apuesta por el relanzamiento o continua de mera espectadora de la decadencia, perdiendo así otra oportunidad cultural y turística de futuro.

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