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Mal estado

"El consultorio de la Seu es una ratonera"

El malestar del personal del centro médico de Xàtiva por la inseguridad, los robos y el deterioro del complejo se ve agravado por el cierre de la plaza al acceso de vehículos, que ha ocasionado problemas relacionados con situaciones de emergencia y pacientes sin movilidad

"El consultorio de la Seu es una ratonera"

Humedades y desconchados en las paredes, baldosas sueltas, salidas de emergencia bloqueadas, puertas cerradas con candado y ventanas atrancadas, inseguridad, barreras arquitectónicas, conductos de ventilación en un estado deplorable, salas con riesgo de desprendimiento, robos... Son las sonrojantes condiciones de trabajo con las que conviven a diario los empleados del consultorio auxiliar de la Seu de Xàtiva, que atiende a una población de 12.000 personas en pleno casco antiguo.

El malestar del personal se ha agravado con la decisión municipal de levantar los bolardos retráctiles para impedir el acceso de vehículos a la plaza Calixte III. El ayuntamiento ha acondicionado plazas de aparcamiento para transportes sanitarios y pacientes en el otro extremo, junto a la abadía de la Colegiata, pero fuentes del centro sostienen que son insuficientes y se quejan de varios incidentes en los últimos meses. Por ejemplo: un paciente amenazó con violencia a una facultativa en su consulta. Cuando ésta dio la alarma, la ambulancia que acudió al aviso se detuvo en la calle contigua al consultorio durante un buen rato, bloqueando el paso y provocando un atasco descomunal que no se solucionó hasta que llegó la Policía Local y pudo calmar al hombre, muy alterado.

Otro día, una paciente oncológica que no podía caminar se sometió a una extracción de sangre sentada en el coche con el que un familiar la había desplazado al centro médico. En el exterior del mismo, todavía de noche y en pleno invierno. Ante la indignación de su hijo, la siguiente ocasión en que la mujer fue atendida, la Policía Local bajó los pilones a primera hora de la mañana y la paciente fue traslada en silla de ruedas a la sala de extracciones del centro. Desde el área de Movilidad recalcan a este diario que la plaza es peatonal desde hace mucho tiempo, aunque antes no había control, los bolardos permanecían bajados y los coches aparcaban en ella sin orden ni concierto. Estas fuentes sostienen que la situación era insostenible por el carácter emblemático del espacio patrimonial, subrayan la alternativa de los apacamientos habilitados y señalan que las llaves para accionar los pilones se pusieron a disposición del personal sanitario. Pero los trabajadores consideran que esta responsabilidad excede con creces de sus competencias y solo la Policía Local manipula el dispositivo.

Robo de dinero y de material

El centro médico comparte planta con la Unidad de Conductas Adictivas (UCA), cuyos usuarios emplean el baño del consultorio. No hay cámaras, ni seguridad, y los robos son frecuentes. A un empleado sanitario le sustrajeron 750 euros: se colaron en su consulta, le quitaron la cartera de la chaqueta y utilizaron su tarjeta para realizar extracciones en dos cajeros. El responsable está en prisión y el caso está pendiente de juicio, pero el afectado no ha podido recuperar el dinero. Del centro médico también ha desaparecido instrumental de valor e incluso bombillas y espejos del lavabo, donde no es extraño encontrar jeringuillas.

Las consultas de enfermería y el área de extracciones de sangre se hallan en una zona subterránea: un «zulo» sin iluminación exterior con ventanas y puertas bloqueadas. El personal vive con temor a un incendio por la ausencia de vías de escape y con la sensación de estar trabajando «en una ratonera». La fachada recayente a la calle en este punto es un foco continuo de micciones: en verano el hedor es insoportable. Los médicos pasan consulta en la primera planta, pero al no haber ascensor ni rampa para subir, a veces han de atender a los pacientes con dificultades de movilidad en las consultas de los enfermeros, bloqueando la labor de estos profesionales.

La saturación y la falta de personal y de herramientas de trabajo, como pulsoxímetros o aparatos de tensión, son otras quejas recurrentes desde hace años. En una sala que almacena materiales de curas y alcohol inflamable, dos carteles escritos a mano junto a los enchufes alertan del peligro de incendio si se usan. «No enchufar: sale fuego de la caja de luz», reza uno de ellos. Los cables están sueltos. Cuesta creer que el centro pudiera pasar una inspección de trabajo.

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