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La matanza de Atocha y el caso Serra en Xàtiva

E l proceso de la Transición celebra este año varias efemérides en Xàtiva: el medio siglo de fundación del sindicato Comisiones Obreras, la refundación del PSOE en un partido socialdemócrata, y hace unas semanas, tanto a nivel local como nacional, se recordó la Matanza de Atocha, gracias a que el Fòrum de Opinió de Xàtiva invitó al líder sindical Joaquín Navarro, testigo de los hechos, y antiguo secretario general del sindicato Comisiones Obreras por la rama de transportes. La matanza de Atocha fue un atentado de la ultraderecha española perpetrado contra un bufete de abogados laboristas en la noche del 24 de enero de 1977 que segó la vida de cinco personas e hirió a otras cuatro. Justo al día siguiente, se llevó a cabo en Xàtiva el entierro de Eduardo Serra Lloret.

En aquella noche de hace cuarenta años, un grupo de tres jóvenes armados con pistolas irrumpieron en el despacho de la calle Atocha de Madrid a la búsqueda del ponente que vino a Xàtiva hace unas semanas, Joaquín Navarro, así como de otros líderes. Al no encontrarlo, empezaron a disparar indiscriminadamente contra todos los trabajadores y abogados allí presentes. Los asesinos estaban vinculados a la Falange y formaban parte del llamado Sindicato Vertical, una auténtica mafia que no estaba dispuesta a consentir la introducción de la libertad sindical tras la muerte de Franco. Joaquín Navarro estaba obteniendo grandes logros de afiliación de los atenazados trabajadores que optaban por la sindicación junto a Comisiones Obreras. Cabe decir que CC OO nació en el seno del sindicalismo vertical impuesto por el régimen franquista, que intentaba controlar así el combativo movimiento obrero, después de haber reprimido y haber hecho casi desparecer las grandes centrales sindicales históricas como la CNT y la UGT. Tras el fracaso de la lucha en forma de maquis o guerrillas urbanas se optó por la lucha democrática a través de la oportunidad que ofrecía el régimen a la participación obrera mediante las elecciones a enlaces sindicales y jurados de empresa. Muchos falangistas, radicalizados y embrutecidos por el furor anticomunista, no lograron soportar la caída del régimen, e hicieron uso de la violencia para eliminar a los molestos sindicalistas de izquierdas. Navarro emigró a Francia a inicios de los años sesenta para buscar el trabajo que no encontraba en España, como tantos obreros de su generación. Alcanzó en el país vecino cierta estabilidad y decidió afiliarse al PCE para ayudar a otros compañeros exiliados o a los trabajadores temporeros que por entonces se buscaban la vida en suelo galo. Decidió que, a pesar de la relativa prosperidad conseguida, tenía que luchar por cambiar las cosas en España. Y aceptó la proposición del partido de volver a su país para introducirse en el Sindicato Vertical del régimen, y empezar a luchar desde dentro, y sobre todo, para despertar conciencias, dentro de la rama del sector de los transportes.

Se convirtió dentro del mundo sindical en un importante activista. Mediante la realización de huelgas „prohibidas por el régimen franquista„ consiguió arrancar importantes convenios colectivos que mejoraban las condiciones del sector. Ello le costó despidos, represión, y amenazas de muerte por parte de los dirigentes del Sindicato Vertical. La noche de autos del 24 de enero celebraban una de estas victorias sobre la patronal. Acababan de cerrar nuevos acuerdos. Los abogados se disponían a redactarlo en Atocha número 55. Joaquín decidió salir a tomar una cerveza con unos compañeros. Al poco rato, vieron pasar ambulancias. Otra algarada callejera, pensaron. Pronto descubrieron que las mismas se paraban a la altura del despacho. Salieron corriendo, y al llegar descubrieron una imagen dantesca: ríos de sangre y muchos compañeros muertos. Joaquín tuvo que acudir al hospital, a identificar a las víctimas; algunas casi irreconocibles, como el estudiante Serafín, que estaba allí aprendiendo la profesión, y que yacía muerto en la mesa de operaciones con los sesos desparramados. Inenarrable el dolor que siente aún, a pesar del paso de los años.

Aquella misma noche, en triste paralelismo, se produjo la muerte de Eduardo Serra Lloret, alias Rubén, joven setabense jugador de fútbol y activista de movimientos antifranquistas que desde 1973 militaba en el Partido Comunista Lenista, y al que se le acusó de pasar información al FRAP, grupo violento que había llevado a cabo atentados con sangre. Sin más pruebas, se le mantuvo diez meses en prisión, sometido a constantes torturas. No había nada que le vinculase a un comando terrorista, pero se le condenó a largos años de cárcel. Buscó el camino del exilio, desarrolló un cáncer y quiso regresar a España para morir, mientras un obtuso juez militar le negaba la excarcelación para bien morir junto a los suyos. Se vulneraron todos sus derechos civiles, y arrastrándose ante el juez militar, finalmente éste aceptó darle una libertad condicional. Moriría a los pocos días. Las fuerzas de orden público le acompañaron en su funeral, en un despliegue sin precedentes en el se prohibieron lucir enseñas republicanas en su corona de flores. Las noticias de la matanza de Atocha llegaban a Xàtiva en pleno duelo, y el miedo volvía de nuevo a aflorar pensando que el espíritu de la Transición podía saltar hecho añicos fruto de la violencia política.

Ahora estamos casi peor

Pasados los años, la Transición sigue siendo la gran desconocida de la historia de Xàtiva, aunque afortunadamente muchos de sus protagonistas se estén animando a escribir una primera página que pronto verá la luz. Así, Navarro, como testigo directo de aquellos días y comparando la situación de entonces con la actual, en relación al movimiento obrero, fue muy pesimista en su intervención en el foro de Xàtiva. Afirmó que todas aquellas luchas se estaban perdiendo, y que los trabajadores yacían de rodillas y no se levantaban ante una situación que les condena a la miseria aunque trabajen, que es lo que ocurre en esta actual crisis. En consecuencia, el problema de la emigración se vuelve a repetir para solucionar el mismo mal que afectó a los miembros de su generación: la falta de trabajo. Y sobre todo argumentó que en el mundo actual, faltan idealistas y sindicalistas como aquellos, como los que fueron ejecutados en Atocha 55.

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