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La Ciudad de las Damas

EL SALTO DE LA RANA

hace un calor insufrible. Tanto, que pasamos de la lana al bañador sin etapas intermedias. Tanto, que podemos certificar que la primavera es un mito que desapareció hace tiempo del ciclo de las estaciones. El tema del cambio climático, de la sostenibilidad del planeta, se suele presentar en modo futuro, como un tremendo marrón que tendrán que resolver futuras generaciones. Obviamos así una realidad que tememos afrontar: que aquí y ahora, el planeta que habitamos está mandando señales inequívocas de que nos quedan dos telediarios.

Las altas temperaturas han superado ya el grado de la anécdota para convertirse en una auténtica amenaza para la supervivencia. Son la causa de incendios forestales que degradan el entorno y acaban con vidas humanas. Se advierte que, a finales de este siglo, los días con temperaturas medias cercanas a los 40 grados se dispararán, haciendo realmente complicado trabajar, dormir, comer buena comida, beber agua potable o simplemente respirar. Y todo ello, no por un designio divino que haya que asumir resignadamente, sino por decisión humana, muy humana y como muchas de ellas, tremendamente estúpida. Pero cuando vemos las bonitas e impactantes imágenes del glaciar que se derrite en el casquete polar, nos cuesta comprender que estamos presenciando la causa por la que España se está convirtiendo en el Sáhara, cada vez más requemada y renegrida, cada vez con menos agua, cada vez con menos bosques y vegetación?

Y cometemos una de esas estupideces que pagaremos caro: nos tiramos al aire acondicionado y nos entra por un oído y sale por otro, las recomendaciones cansinas de ONGs y expertos que dicen que ese comportamiento es tan sensato como intentar apagar un incendio con gasolina, en razón a la contaminación que generan centenares de aparatos funcionando a toda pastilla, día y noche y emitiendo gases tóxicos que ampliaran ese agujero por el que nos acabaremos yendo todos.

Lo más triste es que existe toda una batería de medidas capaces de curar este planeta que se está muriendo ante nuestros ojos, mientras nosotros ponemos la música más alta para no escuchar. Soluciones basadas en otras fuentes menos o nada contaminantes que podrían ser al mismo tiempo, nichos de empleo y crecimiento económico, pero que se ningunean metódicamente porque no convienen a ciertos intereses muy privados permitiendo así que el provecho de unos pocos prime sobre el del resto de la Humanidad, que está a lo suyo, opinando sobre Ronaldo y organizando sus vacaciones. Trump, ese inexplicable Presidente americano actual, se ha borrado del Acuerdo de París porque le parece un «cuento chino». Con su abandono, lo que ya era un problema se convierte en una amenaza real para la supervivencia del planeta. En este país, donde todo puede ser convertido en negocio, usar el sol como fuente de energía, sostenible, saludable y barata está prohibido o penalizado. Faltaría más, pensarán los directivos engominados de algunas grandes empresas en sus climatizados despachos.

En Xàtiva, medidas como fomentar el uso de la bici, que no es un artilugio exótico sino muy ecológico cuyo uso debería promoverse para todas las edades y con todas las garantías; o garantizar zonas urbanas sombreadas donde protegerse de forma natural del calor utilizando la vegetación como aliada, no son actuaciones menores sino absolutas prioridades para cambiar un modelo que nos lleva al harakiri ambiental, combatiendo el llamado síndrome de la rana, que se deja cocer lentamente en lugar de saltar para huir de la muerte, porque no se da cuenta del cambio de temperatura o lo hace demasiado tarde. Por aquí, ya andamos muy escaldados.

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