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A Dios rogando, pero la laicidad practicando

Es cierto que quienes son elegidos y conforman un gobierno de unidad, como el tripartito de Xàtiva pongamos como ejemplo, han de ponerse manos a la obra con la intención de darlo todo por todos y todas, que diría Bisbal. Pero también es cierto, que para mal o para bien, los partidos progresistas aunque sean primos hermanos, se deben también a su público, a ese electorado fiel que les acompaña en cuerpo y alma en cada cita electoral y con el que cada cual mantiene su propia e íntima relación en la que tienen cabida las promesas y, claro está, las decepciones.

Siendo fieles a su propia identidad y para ser coherentes con las promesas realizadas, dos concejales recriminaron a uno de sus socios de gobierno el incumplimiento de uno de los acuerdos de eterna suscripción y amplio incumplimiento: el de la laicidad del gobierno municipal. Es un asunto que no admite discusión en el plano de las ideas, porque nadie que se diga progresista pueda defender que desde el poder se apoye explícitamente a una tendencia religiosa. Hacerlo implica no sólo la asistencia a sus actos de culto, sino también perdonarle impuestos y otorgarle generosas subvenciones con un trato preferente que ya quisiéramos el resto de la masa contribuyente. Quien profese una religión, que ningún mal hace a nadie, que se la pague de su bolsillo, garantizando que ni un euro del dinero de los sufridos contribuyentes, entre los que hay furibundos agnósticos, se invierta en beneficio de ninguna. De ninguna, porque habría que ver lo que costaría digerir ver a cualquiera de nuestras autoridades presidiendo el rezo en una mezquita o pagando las prácticas religiosas de los testigos de Jehová. Pero lo cierto es que resulta antipático defender ideas, que en otros momentos llenan la boca, sobre todo si con una actitud más tibia, más comprensiva... se ganan más simpatías. Simpatías que se transformarán en su momento en votos. Total, ya lo decía Marx ( Groucho), si los principios no gustan, se cambian por otros,. Aunque sea de forma momentánea, y solucionado.

La crítica de los concejales de Esquerra Unida quizá ha sido algo faltona y bastante provocativa; cada cual tiene su estilo que se puede compartir o no. Pero descontadas las formas, no han hecho más que recordar a sus socios que lo prometido es deuda, y que si se prometió a la ciudadanía un gobierno firme practicante de la laicidad, si se pertenece a un partido que cuestiona hasta los acuerdos vaticanos, no vale ponerse de perfil cuando hay que ser consecuentes ante celebraciones que merecen todo el respeto desde la óptica privada y personal, pero en los que no tiene cabida ninguna institución precisamente porque éstas deben respetar todas las creencias, mayoritarias o no, desde una exquisita neutralidad.

Muy fácil de perder

Resulta feo, en todo caso, responder a su reclamación cuestionando otros aspectos que no están en absoluto relacionados con la crítica formulada, porque es evidente que no sólo los santos pueden denunciar el pecado. Quien se defiende dando patadas en la espinilla es que no tiene mejores argumentos que proporcionar. Por último, catalogar esta polémica como un tema menor también confunde, como suele pasar, prioridades con urgencias. Porque el éxito de la gestión municipal no sólo se mide en letras y cifras, sino también en el mantenimiento del capital de confianza y honestidad, y en la coherencia que tan difícil es obtener y tan estúpido hacer peligrar.

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