e l año pasado a pesar de la fuerte sequía que sufrió el campo español, la campaña vitivinícola fue muy buena tanto en kilos como en la calidad de la uva. Son varios los parámetros con los que se mide la calidad. Por un lado el PH, es decir, la acidez; por otro, la sanidad y por último, el grado hectólitro, que es diferente para las uvas blancas y tintas. La verdad es que nadie o muy pocos esperaban que la campaña pasada fuera excepcional. Por lo menos, quien suscribe estas líneas daba por sentado una merma importante en la producción. Afortunadamente, me equivoqué y fue el año que más kilos he entrado a la bodega, teniendo en cuenta que en mi caso tengo una plantación muy joven todavía.

Este año, sin embargo, va a ocurrir todo lo contrario. Aún no he terminado de vendimiar, como la mayoría, pero las previsiones son muy poco halagüeñas a tenor de lo visto. En lo que llevo vendimiado hasta ahora, es decir, tempranillo y syrah, tengo una merma aproximadamente del 60%. La uva no se ha desarrollado, no ha engordado. Los racimos son pequeños y las bayas en variedades como la syrah o el cabernet son diminutas. Para los que vendimiamos con máquina porque tenemos la plantación en espaldera no hay caldo en las bañeras porque la uva está seca. El invierno ha sido bueno desde el punto de vista meteorológico, con lluvias generalizadas y alguna que otra nevada, lo que hacía presagiar una buena campaña en general. Seguramente, la sequía de los dos últimos años está pasando factura ahora. No se explica de otra forma. Por esta zona de Fontanars no ha habido heladas, como sí han sufrido otras regiones españolas, como la Rioja. El pedrisco que cayó semanas atrás también ha estropeado parte de la producción, con daños que van del 11% a más del 50% en algunos casos.

Yo tengo una pequeña finca en Fontanars dels Alforins de unas 70 hectáreas, de las cuales 24 son de vid y hay 20 en producción. Estaba haciendo alrededor de 80.000 kilos de uva y este año no llegaré a los 30.000 kilos en el mejor de los casos. Los gastos que acarrea una explotación vitivinícola, sin embargo, son los mismos o, incluso, mayores. Podríamos pensar, que al haber menos producción este año, las bodegas van a pagar más por el precio de la uva. Pues no. En este caso, la ley de la oferta y la demanda no se cumple. De hecho, algunos agricultores de Castilla La Mancha ya han denunciado los bajos precios que las bodegas de la zona quieren pagarles por sus uvas. La bodega Félix Solís en Valdepeñas ha sido la primera en hacer públicos esos precios en unas tablillas que coloca donde se recepciona la uva. El agricultor antes de entrar su uva a la bodega sabe previamente el precio que le van a pagar. No ocurre lo mismo en otras bodegas donde el agricultor no sabe el precio hasta la campaña siguiente, con lo cual la incertidumbre es total porque el precio final puede variar por muchos factores.

El agricultor es el que pierde

Al haber menos uva en general, las bodegas compran vino a granel para poder abastecerse. Vino ya elaborado, que luego solo tienen que embotellar. El granel el año pasado estaba en torno a 0,22 céntimos de euro el litro, aunque este año es de prever que vaya al alza por la baja cosecha y los bajos stocks. Al tener que comprar más vino fuera, por otros canales, que no son los de comprar la uva directamente al socio, dicha compra de vino a granel repercute a la baja en el precio que el agricultor percibe por su cosecha. Es decir, que si hay mucha uva mal y si hay poca también. La banca gana, el agricultor pierde.