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Movilidad

movilidad: capacidad para moverse o ser movido. Y eso es lo que somos, seres movibles, que nos desplazamos de un lugar a otro por placer o por obligación. Que nos movemos por nuestros propios medios o por medios ajenos. Con más o menos facilidad y comodidad. Y que solemos hacerlo, si está en nuestra mano, de la forma más cómoda, es decir, en coche, y si es el propio, mejor. Con lo que nos cuesta adquirir nuestro propio medio de locomoción, nos empeñamos en sacarle el máximo rendimiento y por eso queremos ir con él a todas partes, y además de puerta a puerta. Claro que eso exige un número ilimitado de aparcamientos, llena la ciudad de humos y gases desagradables, incrementa el ruido ambiental y perjudica a una mayoría silenciosa, los peatones, que ven sacrificado alegremente su derecho a vivir en una ciudad transitable con comodidad.

Además solemos aplicar la ley del más fuerte y exigimos para nuestros vehículos paso preferente, y que nos dejen conducir con libertad. Por eso ignoramos las normas y protestamos con acritud cuando se regulan los espacios públicos intentando que beneficien por igual a toda la población. Y nos quejamos de las multas sintiéndonos injustamente perseguidos, cuando solamente duplicábamos la velocidad permitida, restringida de forma indignante o nos hemos saltado un semáforo que estaba casi verde. Nos sentimos atropellados en nuestros derechos cuando nosotros no hemos atropellado a nadie. Todavía.

Nuestro coche es nuestro castillo y nos gusta ir solos, sin tener que compartir espacio, ni acordar horarios, ni esperar a otros pasajeros. Cada uno en su coche, igual que en su casa, aunque hagamos el mismo trayecto a la misma hora. Somos así de independientes. El transporte público no es lo nuestro. En algunos casos por sus propias deficiencias, hay que reconocerlo. En otros, léase el inicio del párrafo y se encontrará la explicación.

Pero luego hay unanimidad en desear una ciudad limpia y sin humos. Donde se respire aire fresco y no contaminado. Que huela a campo. Y odiamos el ruido de los motores, sobre todo el de las motos que rugen encabritadas, o de las bocinas que algunos hacen sonar alegremente.

Y también nos gustaría que nuestros hijos e hijas fueran solos al colegio porque hubiera calles seguras, sin tráfico, donde su integridad física no estuviera amenazada de ninguna manera. No solemos sentirnos solidarios hasta que nos vemos en esa situación, con quien circula con dificultad porque sufre alguna discapacidad, permanente o momentánea y se encuentra con aceras invadidas por terrazas o mobiliario urbano mal ubicado o escalones imposibles de superar.

Por todo ello, se está celebrando esta semana en Xàtiva y en multitud de municipios la semana de la Movilidad. Desde 1999, se celebra en toda Europa como un esfuerzo de las Administraciones Públicas para afrontar un serio problema como es el reparto justo del espacio público asumiendo que el problema no es el tráfico, sino la movilidad, como bien explicó el experto J oan Olmos en esta ciudad hace unos pocos meses.

En Xàtiva, que incluso se ha dotado de un órgano de participación lleno de contenido y dinamismo, es un tema que va cogiendo alas, valga la parábola aérea, fruto del empeño pedagógico de un área municipal que ciertamente no coleccionará en algunos casos muchas simpatías, pero está haciendo aquello para lo que fue elegida: trabajar por la ciudadanía y junto a la ciudadanía para construir una ciudad moderna, solidaria y sostenible. Una ciudad que ha de ser repensada para todas las personas que transitan por ella y no sólo para los coches y quienes los conducen.

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