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El oficio milenario de la cal revive en Llutxent

Un grupo de vecinos constituye una cooperativa para recuperar la vasta colección de hornos de cal de la población y retomar la producción tradicional

El oficio milenario de la cal revive en Llutxent

El cineasta Antoni Canet comenzó rodando un documental sobre la muerte de un oficio ancestral y ha terminado retratando los primeros pasos de su renacimiento. La pedregosa localidad de Llutxent es, por sus peculiares características orográficas, una cuna milenaria de la producción tradicional de cal. En su sierra se han documentado 62 hornos de cocción de piedra caliza, una de las más vastas colecciones que se registran en toda España.

Canet, hijo del último calero de este pueblo de la Vall d´Albaida , se propuso recopilar testimonios de los antiguos oficiantes locales vinculados a la industria de la cal para evocar una forma de vida ligada al esplendor de la naturaleza, el viento, el agua, el humo y el fuego. La película Calç Blanca. Negro carbón, que está en proceso de montaje y verá la luz en unos meses, radiografía el delicado y complejo proceso de recuperación del horno de cal de la ermita de Llutxent, construido hace 170 años.

Pero el director ha tenido que modificar el final de la creación porque la intervención, en la que ha participado un grupo de vecinos del municipio, ha sido el germen de un proyecto mucho más ambicioso que no figuraba en el guion y que ha desembocado en la constitución de la Cooperativa Forn del Convent, enfrascada ahora en la rehabilitación de otro horno aún más antiguo y emblemático: el del convento del Corpus Christi, que probablemente data de principios del siglo XVII.

Cuando Canet comenzó a trabajar en su documental, en Llutxent no se había cocido un horno de cal desde 1995. Los cientos de kilómetros lineales de piedra seca que conforman el término de la localidad hicieron de la producción de este material empleado especialmente en el ámbito de la construcción -se utiliza para fabricar morteros y revestimientos- una forma de ganarse la vida y una industria próspera que permitía paliar la escasez de huertas y naranjos, casi inexistentes en la zona por culpa de un terreno demasiado farragoso. Pero el cemento, la electricidad, el gas y el petróleo terminaron ganando la batalla en el campo de la edificación. Y la extinción del oficio de la cal, junto a la pérdida de los usos del carbón fue aparejada al abandono progresivo de la tierra y de la montaña.

Repunte de la demanda

La Cooperativa Forn del Convent, decidida a retomar la producción comercial de cal artesanal, ha sellado convenios para establecer sinergias con el Ayuntamiento de Llutxent, la Universitat Politècnica de València (UPV) y el Museo de la Cal de Morón de la Fontera, responsable de la declaración Unesco de este material hecho de manera tradicional como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y fuente de inspiración en el municipio de la Vall. Canet señala que, actualmente, existe una demanda importante de cal tradicional, de la que se conocen hasta 162 usos distintos. En la rehabilitación de edificios, por ejemplo, la ley obliga a los propietarios a emplear los materiales originales. La UPV, muy implicada en el proyecto de recuperación de Llutxent y una de las instituciones que requiere el producto para labores pedagógicas y de investigación, organizó hace unos días una visita a la localidad en el marco de un congreso internacional de arquitectura vernácula. Decenas de profesionales de todo el mundo asistieron a la presentación de la cooperativa y a las demostraciones de sus miembros.

Con la puesta en valor del patrimonio de los caleros como punto de partida, Forn del Convent quiere ir más allá. Su objetivo es un programa piloto que establezca una gestión integral y unos usos definidos para sacar a la sierra de Llutxent del abandono y darle una nueva vida, recabando ayudas e implicando a ingenieros, expertos en la lucha contra incendios y ganaderos. La entidad, respaldada por el consistorio, pretende recuperar cultivos tradicionales y potenciar los cortafuegos naturales en suelo agroforestal.

Así es como un producto tradicional inscrito en el ADN de Llutxent, que permanecía en el olvido por su falta de uso, puede terminar ejerciendo de catalizador turístico y económico del municipio.

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