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Todo vuelve ¿o nunca se fue?

el año 1969, en España, el personal aún andaba con el miedo metido en el cuerpo. Fruto de esas vivencias fue la canción del xativí Raimon: «Quan creus que ja s'acaba,/ torna a començar,/ i torna el temps dels monstres/ que no són morts/ i el silenci fa niu en la vida, fa niu en les coses...». Es un poco lo que sucede ahora, cuando „perplejos„ vemos cómo el miedo toma asiento. Miedo a la libertad de expresión, miedo a la aún vigente ley mordaza o miedo a la incertidumbre que asoma. En 1970, el cuarteto Crosby, Stills, Nash & Young editaba su segundo LP, que contenía una canción emblemática, Déjà vu, donde repetían insistentemente este estribillo: «Todos hemos estado aquí antes, todos hemos estado aquí antes». Todo lo cual me lleva a evocar escenas y días que pensaba que no volvería a ver. A finales de 1973, saliendo de clase de COU nocturno en el actual instituto l'Estació de Ontinyent, me llegaba la noticia del atentado a Carrero Blanco. Cuando aquí aún estábamos en la Babia con la que había anestesiado socialmente a la población el sanguinario franquismo, por razones de trabajo, al inicio de 1974 trasladé mi residencia a l'Hospitalet y mi matrícula del inacabado Curso de Orientación Universitaria, al instituto de Cornellà. Allí, el elevado nivel de las clases, respecto al que había recibido en Ontinyent, me hizo ver que el cinturón de Barcelona, su concienciación social, era la de una sociedad muy madura. A una distancia abismal de la beatería nacional-catolicista que aún se respiraba mayoritariamente en Ontinyent.

Fueron unos días de conciencia y emotividad, ya que ante el anuncio de la ejecución inclemente de Puig Antich, el 2 de marzo de 1974, se suspendieron las clases. Se empleaba el tiempo en realizar asambleas, en las que se analizaba la situación. Mientras, los grises patrullaban a lomos de sus caballos por el exterior del instituto. Fueron años muy duros de represión, protagonizados por unas gentes concienciadas y socialmente en la vanguardia que se asfixiaban ante un régimen obsoleto y fascista; que reclamaban nuevos aires y cambios políticos. Muchas de aquellas imágenes represivas, contra gente cargada de razones, las hemos visto con posterioridad. Por eso la iconografía violenta del día 1-o muchos la hemos vivido como déjà vu, exactamente. Y es que ante la perversión actual de Rajoy, blandiendo la caduca Constitución y un tribunal que él mismo se encargó de deslegitimar, no es de extrañar que, tanto disparate, haya desembocado en el actual guirigay catalán. A la espera de los necesarios cambios políticos, constitucionales, en Ontinyent y comarca, sus gentes han seguido a lo suyo. Pese a la saturación informativa de lo que acontece en Catalunya o pese a que su autonomía, la nostra, también da signos de descomposición. Mal financiada y zarandeadas sus arcas durante dos décadas por la corrupción del PP. Pero seguimos en Babia.

Así es que de nuevo tienen que venir del corazón de Europa a decirle al gobierno de España que los símbolos de la dictadura no deberían ser parte de una democracia. Y tomando como referencia a Ontinyent, el gobierno de Jorge Rodríguez ya tarda en realizar un inventario general de eliminación de los símbolos o nombres del callejero heredados de la represión franquista, que aún quedan. Aunque para déjà vu de los de verdad, el retorno de esos ultras blaveros, ignorantes y violentos „algunos, de la Vall„ reaparecidos el 9 d'Octubre en València. «Quan creus que ja s'acaba, torna a començar...». ¿Lo ven?

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