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Ontinyent participa: un punto de partida y no una meta

Ontinyent Participa habló o, más bien, lo hicieron 5.668 vecinos: lo que no es mucho, dado que se podía votar desde los 16 años. Eso, unido a la impericia del personal adulto en el manejo de la informática, más otras dificultades a mejorar, redunda en que la participación siga sin ser mayoritaria. No obstante, resulta revelador, acerca del origen de un voto joven, el primer puesto alcanzado por la propuesta de crear una zona para festivales y actuaciones. Lo que obligará, como señalaba este diario, a que el gobierno municipal tenga que buscar «una ubicación para habilitar un espacio de conciertos». No sabemos si será el céntrico solar de la antigua fábrica de Tortosa y Delgado, el cual se tendría que cubrir, aunque fuera parcialmente y, sobre todo, el área del escenario, camerinos incluidos. Ya sea esta opción u otras, como el aprovechamiento de algunas naves textiles vacías, que tanto abundan en la zona industrial, la decisión final que tome el gobierno municipal, después de estudiar los informes técnicos que se presenten, lo que sí debería quedarle bien claro al gobierno de Jorge Rodríguez, es que la juventud quiere que Ontinyent se convierta en una ciudad de referencia musical. Ya sea repescando el Festivern, la cita musical de fin de año de las Comarcas Centrales Valencianas, que ante la hostilidad del gobierno de PP tuvo que huir de esta ciudad. Pero también el Festival Diània de Semana Santa, o el Meruts de agosto, cuyo colectivo fundador, con el paso de los años, y la falta de recambio generacional que altruistamente los organizara, han tenido que claudicar, después de ir rodando por diversos espacios ontinyentins. Aunque la gama de eventos y alternativas no termina ahí. Ya que también podría convertirse en sede fija del Festival Nits de Aielo i Art, que dirige el musicólogo Llorenç Barber, y que en los pasados días celebró en el Centre del Carme, de València, su 20 aniversario, tras la itinerancia de escenarios a la que lo sometió el gobierno del PP, en su pueblo de origen, Aielo de Malferit. Poder albergar este festival de vanguardia, a la altura de los que se celebran en Berlín o Nueva York, además de restituir a un artista valldalbaidí, Barber, sin parangón, sería ostentar uno de los blasones culturales de mayor enjundia, y del que podría hacer gala el gobierno de Ontinyent, de nivel internacional. Pero es que, además, las opciones de la infraestructura cultural, a poco que se lo propongan, aún podrían ser más amplias.

Por otro lado, compete preguntarse qué quieren los restos del naufragio del PP descubriendo a estas alturas las políticas participativas, que ellos denominan con el subterfugio de «presupuestos abiertos». Y, para mayor chasco, lanzan a los cuatro vientos dos ocurrencias que los hunden aún más, si cabe, en la deslegitimación. La primera atañe a «reclamar una Escuela de Idiomas propia», como si la amnesia se hubiese apoderado de ellos y olvidasen que fue uno de los suyos, Máximo Caturla, uno de los responsables decisivos para que Ontinyent no tuviese la propia de EOI, circunstancia por la cual no han tenido ni la decencia de pedir disculpas a la ciudadanía ontinyentina. La otra chuscada es ejecutar «mejoras en la Plaza Mayor», con muy pocas querencias en el Ontinyent Participa.

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