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Oficios que evolucionan o desaparecen

Ya el sabio griego Heráclito sostenía que «todo cambia, todo se transforma, nada permanece estático y todo fluye». Los que peinamos canas recordamos y vemos como se han ido extinguiendo unos oficios o avances que, con el paso de los años, han quedado periclitados dando paso a otros, y así sucesivamente. Justamente en los años 60 existía el telegrama para las comunicaciones rápidas o urgentes, documentos que eran entregados por telegrafistas. Hasta fue objeto de una popular canción que incluso ganó el primer festival de la canción de Benidorm, en 1959, en las voces de la chilena Monna Bell y Juanito Segarra, y titulada tal cual, Un telegrama. De hecho, hasta los años 80, el por entonces monopolio estatal se denominaba Correos y Telégrafos. Los antiguos telegrafistas fueron anexionados al cuerpo de Correos. Y, a finales de esa década, el telégrafo fue sustituido en las oficinas del ramo por el fax. Este gran avance, con la llegada del nuevo siglo y de internet, en poco tiempo también quedaría totalmente obsoleto. Hoy día apenas se usa, sólo residualmente y para algún trámite burocrático. El concepto romántico de la carta del novio, la novia, el amigo... hoy ha sido sustituido, más bien arrasado, por los mails, el whattsapp. Hasta el SMS se ha quedado antiguo.

En su momento, aquellas relaciones epistolares hasta inspiraron a poetas como Pablo Neruda ( El cartero y Pablo Neruda) o a grupos pop de los 60 como The Box Tops y su conocida The letter, traducida al castellano por los versioneros pop españoles por excelencia de la época, los Mustang. Conforme vamos adentrándonos en el siglo XXI, los avisos, las facturas, notificaciones de bancos o servicios varios, apenas si circulan por Correos, cuyo cometido ahora lo realizan las nuevas tecnologías, siempre al alcance de la mano. Mientras, sus funcionarios se han digitalizado. Ahora, recogen la firma del destinatario en aparatos, DNI incluido, cuando entregan en mano alguna notificación u objeto. Su cometido se ha modificado respecto a tiempos pasados, centrándose, actualmente, más que nada en el reparto de paquetería, fruto del enorme auge que está experimentando el comercio y la venta por internet.

Qui te pell de conill per a vendré?, era un reclamo que aún se escuchaba por muchas calles ontinyentina, en la década de los años 60. Eran oficios callejeros que el paso del tiempo ha finiquitado. También lo eran el de limpiabotas, a cargo de los jovencitos más pobres, o el del afilador de cuchillos caseros. En verano era muy popular el polero o vendedor de helados. Pero para vendedor ambulante de dulces el que, procedente de Benigànim, ofrecía sus melosos a rrop i talladetes. Sin olvidar al drapaire, a cuya figura Serrat dedicó una de su primeas grandes canciones.

Y es que hasta los porteros de fincas fueron sustituidos por los automáticos. Amén de los guardabarreras, las telefonistas, los serenos... Si bien, como informaba Levante-EMV el pasado domingo, algunos vehículos que creíamos del pasado, ahora, fruto de los imperativos medioambientales, como los triciclos, convenientemente adaptados, vuelven a nuestras calles y son usados para el reparto de paquetería. A veces lo que se fue vuelve. Cosas curiosas.

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