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Cuando «Juego de tronos» no existía

Javier Pérez Ferri evoca los cines y discotecas de Xàtiva en un libro que repasa más de memoria que con documentación un tipo de ocio urbano que hoy ha evolucionado o que ya ha desaparecido

Javier Pérez Ferri, fotografiado delante del cine Avenida de Xàtiva la pasada semana. perales iborra

En los 70 y los 80 nadie fue al cine con tanta entrega y tan asiduamente como Javier Pérez Ferri (Xàtiva, 1969). Fruto de ello, de su prodigiosa memoria y de su incurable nostalgia, acaba de ver la luz El libro de los cines y discotecas de Xàtiva. Se trata de un modesto volumen autoeditado en el que su autor cita todas las salas cinematográficas que ha tenido la ciudad, con hallazgos como el del cine León, el primero (de 1910). El repaso llega hasta el último cine urbano, el Saetabis, que terminó sus días como Alucine en 2004. Pero Pérez Ferri también fue un asiduo de la noche. Y el libro evoca nombres indispensables como Jamaica, l'Almàssera o la Nit, todas ellas en la memoria colectiva local.

El trabajo de Pérez Ferri tiene un mérito añadido: su autor habla de memoria. Ni la wikipedia ni las redes sociales, salvo algún hallazgo remoto, mencionan cines y discotecas que están en la memoria de todo aquel que supere los 35 años pero que no cuentan con literatura alguna. En los casos de espacios antiguos que, por edad, el autor no ha podido conocer ha tratado de documentarse. En el resto, Pérez „que ya adelantó muchos de esos contenidos a través de sus columnas en Levante-EMV, en 2012 y 2013„ le pone alma a sus textos porque ha vivido en primera persona lo que cuenta.

Hace más de diez años que desapareció la última sala urbana de Xàtiva, el Saetabis. Ese y el Avenida son, junto al Gran Teatro, las grandes referencias cinematográficas locales. Pero hay más, como los dos cines de verano, el Terraza Alameda y el Vernisa. Y sobre todo, ampliando el retrovisor, está el mítico Setabense, indispensable para miles de vecinos de Xàtiva que ya van entrando en edad.

Si las salas de Xàtiva tienen poca literatura, tampoco hay demasiada imagen. En unos tiempos en los que nadie llevaba la cámara consigo, hay muy pocas imágenes de esos cines y discotecas. De ahí que las que se publican en el libro son especialmente llamativas, por lo escaso de dicho material.

Pérez asegura que lo que él siente por esa época «lo siente mucha gente. Esos sitios fueron importante por lo que significaron, por lo que sentimos y vivimos en ellos... Y también quiero rendir „añade„ un pequeño homenaje a la gente que trabajó en esos cines y discotecas; un trabajo nada fácil y muchas veces sometido a malas rachas y a cambios en los estilos de ocio de la gente», dice. Para el autor, este ejercicio de memoria escrita «adquiere más relevancia por el hecho de que prácticamente nada de todo eso existe ya; todos esos cines y discotecas han desaparecido», cuenta, a excepción de la antigua Eli-T (antes, Los Arcos y Tora, Tora) que aún subsiste, actualmente como La Fábrica.

Sobre el cine Avenida, construido en 1958, el autor se detiene especialmente en la segunda etapa: la emprendida por la familia Segrelles en 1975 con la modernización total de ese espacio. «Como muchos cines en esa época, ofrecía la llamada sesión continua desde la mañana hasta la noche», cuenta. En 1983 proyectó la legendaria E.T. El extraterrestre. La sala tuvo altibajos e incluso un primer cierre en 1993. Reabriría para cerrar definitivamente un par de años después. Pese a llevar más de 20 años inactivo, el Avenida existe. Sus dueños intentan vender el gigantesco local todo este tiempo, sin éxito. Los rótulos de la antigua actividad llevan camino de convertirse en un hito urbano.

Del cine Gan Teatro (hoy, el recuperado antiguo convento de Sant Domènec), Pérez Ferri cita su condición de escenario único por el que pasó todo el artisteo de los 50, 60, 70 y 80, incluido Raimon en 1985, así como sus últimos años de potente oferta cinematográfica, cuando pudieron verse La guerra de las Galaxias, Alien, El coloso en llamas, Toro salvaje, La naranja mecánica, Viernes 13, Blade Runner... enumera. Cerró en 1986.

El Saetabis fue un cine que impresionó a la Xàtiva de 1975, cuando se inauguró. Su platea de mil butacas, su enorme vestíbulo y sus condiciones acústicas y de proyección lo convertían en una sala como sólo las había en las grandes capitales. Saetabis y Avenida rivalizaban. Según recuerda Pérez Ferri, a finales de los 90 (cuando el cine llevaba unos años cerrado) lo reabrió, como los Alucine, un empresario foráneo que apostó por los estrenos estatales simultáneos de los grandes éxitos comerciales ( Titanic, El Rey León...), por potenciar la cafetería y por tener guiños con el espectador como la sesión cinéfila de los jueves en la segunda sala, el añorado Saetabis 2. De esta sala, el autor cita un caso curioso: su especialización a finales de los 70 en el cine clasificado S (erótico), con una sesión casi clandestina, pero muy concurrida, los martes. Y del Saetabis, cuenta que fue escenario de la filmación de una película de 1982, Los pornoaficionados, protagonizada por Emilio Linder. Sale la platea (donde un actor, de espaldas, encarna a Luis Gª Berlanga); el vestíbulo y la Baixada del Carme.

Los cines al aire libre

El libro de los cines y discotecas de Xàtiva también se acuerda del Terraza Alameda, que hoy es un aparcamiento y que, curiosamente, todavía conserva la pantalla; el Salón de los Obreros, el cine del colegio Claret, el Violeta, el de la plaza de toros, el Españoleto o el Vernisa, un cine de barrio en el Raval por el que pasó todo el spaghetti western y la cinematografía completa de Esteso y Pajares, de reestreno, hasta su cierre en 1987.

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