Aperturismo, coordinación, democracia interna y transparencia. Son las ideas sobre las que pivota el extenso programa con el que Pilar Sarrión (Anna, 1975) llega a las primarias comarcales del PSPV, dispuesta a aplicar cambios profundos a nivel orgánico para reenganchar a una militancia cada vez más menguante. Además de implicarse activamente en la campaña a favor de Pedro Sánchez, denunció los desmanes de Ciegsa como diputada en las Corts (2011-2015) y fue secretaria de Educación en la ejecutiva nacional de Jorge Alarte.

¿Por qué ha dado este paso?

Todo surge de un grupo de militantes que empezamos apoyando a Pedro Sánchez y hemos continuado en el resto de procesos. Pretendemos que el partido se abra a la sociedad y a la militancia. Si a nivel federal se consiguió dar voz y aplicar el «un militante, un voto», ¿por qué aquí no? Si criticamos que el PP designa a sus cargos a dedo, ¿porque nosotros tenemos que hacer lo mismo? A parte de tener los militantes la capacidad de decidir quién va a formar su dirección, también queremos darle la capacidad de poder debatir, discutir y aportar propuestas.

Su rival, Roger Cerdà, fue partidario de consensuar una candidatura única para evitar la confrontación de las primarias. ¿Están ahondando en la división?

Confrontación no hay. Hay formas distintas de ver la política y la gestión dentro del partido. Quiero pensar que aquí todos tenemos la misma ideología socialista de izquierdas, pero a la hora de llevarla a cabo hay distintas formas de hacerlo. ¿Quiénes somos nosotros para privar a la militancia y a la sociedad de que se produzca ese debate y esa libertad de elección? Antes de apuntar a una candidatura unitaria, hay que sentarse a hablar. Si no queremos que haya familias, lo mejor es que se empiecen los procesos de abajo hacia arriba, lo que siempre hemos defendido. En esta comarca todos nos hemos posicionado: hay que unir, pero no con pegamento, sino debatiendo y a lo mejor enfadándonos. ¿Qué miedo hay a que el partido se abra?

Formó parte de la ejecutiva comarcal en el pasado, pero no en esta última etapa. ¿Cómo valora la gestión desde 2012?

Ha habido una sangría de militantes muy fuerte: hemos bajado mucho el censo. No quiero culpar ni mucho menos solo a la dirección comarcal; ha habido muchos otros factores externos. Creo que hace falta aperturismo y trabajo en equipo en el partido. Tenemos que diferenciar mucho el tema institucional del orgánico. Todos somos militantes y nuestro voto vale lo mismo seamos diputados, asesores o no siendo nada: ahí esta la riqueza de los partidos de izquierdas. Ser militante no es pagar la cuota y poner carteles, sino que tienes que participar y se tiene que escuchar tu voz. La vuelta a la estructura comarcal (en 2012) se concibió como un reparto de poderes. Y lo que necesitamos es otra cosa.

¿Y qué propone?

Los militantes han de tener más poder de decisión: votar las propuestas del comité comarcal, como por ejemplo quién ha de ocupar los cargos de representatividad supramunicipal, como diputados, asesores y presidentes de mancomunidad. Proponemos que haya un tercio más de miembros del comité añadidos por elección directa para evitar que este órgano esté en manos de la ejecutiva y permitir una crítica constructiva. Los comités tienen que ser foros de debate interno para tratar temas como qué pasa con los recibos del COR o con los recargos de Catastro, los problemas de suministro eléctrico en la Canal, el plurilingüismo o la falta de transporte público e infraestructuras que sufrimos. Son políticas que afectan directamente a nuestros municipios, en las que el PSPV comarcal no ha fijado una postura ni ha dicho nada. No podemos esperar a que alguien diga algo de Valencia y acogernos todos a esa opinión. Por estatutos, el comité se tiene que convocar cada 6 meses y los hemos hecho cada año o año y medio, siempre porque había que votar algo. Otras propuestas son la creación de una figura mediadora para resolver conflictos internos de forma dialogada, una aula de formación para cargos electos, una mayor transparencia económica y reclamar las cuotas de financiación que nos corresponden como agrupación.

Hay agrupaciones que echan en falta más apoyo comarcal.

En las ejecutivas de Ramón Ortolá y Josep Lluís de la Piedad, el sentimiento y la preocupación por los pueblos era muy diferente. Ganar una alcaldía grande no tiene que ir en detrimento de tener abandonados a 5 o 6 pueblos pequeños, donde es especialmente duro estar en la oposición. Ha de haber un asesoramiento y un soporte, con personas capacitadas. También proponemos que haya ejecutivas itinerantes que se hagan en todos los municipios para abordar problemas exclusivos de cada pueblo. Y hay que trabajar mucho y estar en contacto con la gente para evitar que haya «paracaidistas» en las listas que se hacen a última hora y corriendo. Han desaparecido agrupaciones en Cerdà, Torrella y Llanera y se muere más gente afiliada que nuevos militantes se dan de alta. Hemos pasado de un censo de más de 900 a uno en el que no llegamos a 500. Algo habremos hecho mal.

¿Falta comunicación interna?

Cuando Xavier Simón [anterior secretario comarcal] dejó de ser asesor en la diputación [nombrado gerente en Divalterra], perdimos esa responsabilidad que nos correspondía [ahora la ocupa la alcaldesa de la Pobla]. No solo no se generó ningún debate interno, sino que nos enteramos por la prensa.

¿Continuará en la ejecutiva provincial si sale elegida?

Renunciaría a la vicesecretaría de Políticas Sociales y abriríamos un debate para que el cargo siguiera recayendo en alguien de la comarca. Defendemos la limitación de mandatos, cargos y sueldos.