Después de 4 años de quejas y reclamaciones perdidas en el muro de silencio levantado por la administración autonómica, los hermanos Pablo y Marcos Montón han conseguido que el Tribunal Superior de Justicia reconozca la negligencia médica que contribuyó a acelerar la muerte de su padre. Juan Luis Montón llegó al hospital de Xàtiva en la madrugada del 20 de enero de 2013 con una parada cardiorrespiratoria y severos daños cerebrales originados por la falta de oxígeno, después de un trayecto de 27 minutos en ambulancia durante el cual permaneció desasistido mientras se ahogaba con la sangre que le brotaba de la traquea, como consecuencia de una obstrucción derivada de la metástasis pulmonar que sufría. La sentencia firme -como trascendió hace unos días- condena a la Conselleria de Sanidad a indemnizar a los familiares con 40.000 euros por el «abandono injustificado» del paciente, de 56 años, en el camino que va desde su domicilio de la Pobla del Duc hasta el Lluís Alcanyís, donde murió tras cinco días de cuidados paliativos.

Pero la resolución de la sala contenciosa deja a los hermanos un sabor agridulce y la sensación de que no termina de hacerse justicia. «El dinero nos da igual. Lo que queremos es conocer si se ha adoptado alguna medida para que no vuelva a ocurrir algo similar. Todavía no sabemos si se han depurado responsabilidades: no se no nos informa de nada», lamenta Pablo Montón. Este diario trasladó a la conselleria estos interrogantes familiares el 28 de marzo. De momento, no ha habido respuesta.

El hijo describe la «impotencia» y el desconsuelo que le embargan cada vez que coge el coche, cuando recuerda el momento en que su padre «comenzó a ahogarse y nadie le ayudó» mientras era trasladado en un Soporte Vital Básico (SVB) hasta el Alcanyís. Esa madrugada, Juan Luis comenzó a sangrar por la cánula de traqueotomía. La ambulancia tardó algo más de media hora en llegar a su casa. «Llegué a llamar hasta tres veces al 112: a la segunda me respondieron que era muy raro que no llegara porque la carretera estaba despejada y no había problemas», relata. El transporte sanitario movilizado se hallaba en la base de Xàtiva y tuvo que pasar primero por el centro de salud de Benigànim para recoger al médico y al enfermero de guardia. A continuación, se encaminó hasta la Pobla del Duc, a 5 kilómetros de distancia. La asistencia en el domicilio duró 12 minutos: el tiempo que tardó el médico en tomar las constantes y someter a una pulxiometría al paciente, antes de derivarlo al hospital, tras descartar la posibilidad de recolocarle la cánula.

Pablo pidió ir en la ambulancia, pero no se lo permitieron. La «gran sorpresa» se produjo cuando, al llegar con su coche al área de urgencias del Alcanyís, reparó en que su padre había viajado sin compañía del personal sanitario y se encontraba inconsciente, tras haberse agravado la asfixia durante el trayecto. Los intentos de reanimación resultaron inútiles. La ambulancia se había desviado en Benigànim para devolver al médico y al enfermero al centro de salud, un rodeo que disminuyó las opciones de supervivencia del enfermo. «Sabíamos que mi padre tenía una enfermedad terminal y que le quedaban tres o cuatro meses de vida, pero lo que me duele es que nos habían preparado para que no muriera ahogado. Si me hubieran dejado ir en la ambulancia, podría haberse evitado ese sufrimiento», protesta. «Mi hermano y yo nos turnábamos para estar las 24 horas junto a mi padre: no dormíamos, estábamos siempre pendientes... Que nos quitaran el derecho de poder estar con él en el ultimo momento y de esa forma tan desagradable... No encuentro explicacion», agrega.

«¿Por qué no vino un SAMU?»

Los hermanos quieren saber si la conselleria ha abierto expediente o actuado contra el facultativo de guardia aquella noche, cuyo trato aseguran que dejó mucho que desear, en contraposición con el de resto de profesionales sanitarios que atendieron a su padre. «Le molestó que le hubiéramos llamado. Cuando le telefoneé desde el hospital para decirle que mi padre había llegado en parada, se le fue la prepotencia y comenzó a tartamudear, pero nunca admitió ningún error ni nos pidió disculpas. Si en mi trabajo cometo alguna imprudencia y fallece alguien, los problemas son muy serios», advierte Pablo, instalador eléctrico.

En el proceso judicial, la Abogacía de la Generalitat se escudó en el «estado avanzado enfermedad» y en el «deterioro progresivo y agónico» del paciente para defender que la atención sanitaria no influyó en la muerte de Juan Luis. Unas tesis que no compartieron los magistrados del TSJ. «En un principio, no nos preocupamos mucho porque el sangrado no era muy abundante y hasta en tres ocasiones anteriores ya habíamos tenido que ir al hospital en circunstancias similares. Si sabían la gravedad de la patología, ¿por qué no nos enviaron directamente un SAMU?», se pregunta el hijo, apesadumbrado. La sentencia ve justificado el tiempo que tardó la ambulancia en llegar a la Pobla (otra cuestión denunciada por los familiares), pero castiga el irracional abandono del paciente y el desvío del SVB en Benigànim. «Dejarlo solo no tuvo sentido. Ahora no me quito de la cabeza que semejante final pudo haberse evitado», remacha Pablo.