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Una manada en marcha

Parece mentira que después de un 8 de Marzo que significo un anhelo de vida diferente, en palabras de Beatriz Gimeno, el Gobierno de emepuntorajoy se permita aprobar unos presupuestos generales del Estado donde se incumplen flagrantemente los compromisos contraídos en el pacto de estado contra la violencia de género. Un pacto que surgió en 2017 tras la visita, un 7N, de un millón de personas, entre ellas unos cuantos autobuses de Xàtiva, llenos de gente cabreada e indignada que exigía medidas efectivas que protegieran la vida de las mujeres. De aquella visita, que no fue de cortesía sino como la del cobrador de frac, surgió ese pacto que debía arbitrar soluciones y recursos. Prometieron para financiarlo 1.000 millones de euros, bonita y redonda cantidad que lucía bien en los titulares, a razón de 200 millones anuales durante sus cinco años de vigencia.

Sin embargo ese acuerdo, que ya nació muerto para algunos, no ha llegado ni al estreno porque en su primer año de vigencia el Gobierno de emepuntorajoy ha hecho un habilidoso y descarado juego de manos presupuestario y donde dijo 200, ha dejado 80. Por eso, 120 millones, que se dice pronto, se han quedado por el camino.

Parece mentira que se olvide con tanta facilidad que este país se vistió de morado un 8 de Marzo, y no precisamente por ser el color de los golpes, sino porque simboliza la lucha de las personas decentes por la igualdad y contra el machismo. Y salió a la calle, ese país, a reclamar para las mujeres igualdad y dignidad, reconociendo la imprescindible aportación que hacen a la sociedad, aunque el sistema no quiera hacerse cargo de la inmensa deuda que tiene contraída con todas ellas. Y muchos comenzaron a hacerse preguntas y otras encontraron respuestas que les permitían soñar con otro mundo mejor. Por que el 8 de Marzo último fue un grito alto y claro. Pero casi dos meses después no ha obtenido respuesta alguna de quien es duro de oído y de corazón. Por eso, sucede que cuando una mujer, cuya terrible experiencia no admite justificación ni dispensa de ninguna clase y recurre a la justicia para pedir reparación y castigo, se encuentra con una sentencia que sonroja a todo un país. Una sentencia que no hace justicia sino que al contrario, responde con violencia y desvergüenza ante una realidad que cualquier criatura sabría calificar con más dureza que el tribunal responsable de hacerlo.

No es justicia, es sinrazón

No hace falta entender de leyes porque no se trata de técnica jurídica sino de la percepción certera de que algo funciona muy mal. La ciudadanía, como las criaturas, tiene una intuición siempre acertada para distinguir la justicia de la sinrazón. Y las mujeres han leído con claridad el mensaje oculto lanzado por ese tribunal que banaliza el delito y penaliza a la víctima.

Es de agradecer, por ello, que ayuntamientos como el de esta ciudad y muchos otros se hayan pronunciado en contra de una sentencia inadmisible y a favor de una víctima doblemente maltratada. Siguen así el mandato de una ciudadanía que ocupó calles y plazas, juzgados y ayuntamientos, con el corazón caliente, el ánimo tenso y el alma encogida.

No se ha escrito el final de la historia. Se ha sembrado una semilla que está germinando y parece bastante claro que las calles no van a enmudecer. No hay marcha atrás. Se ha accionado una manada, una manda que va a defender con fiereza su integridad y su vida y por eso, se va a seguir haciendo historia, de esa que se escribe con letra pequeña pero consigue los grandes titulares años más tarde. Porque es la historia que está llamada a cambiar el mundo.

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