-¿Hasta qué punto un actor puede cambiar un personaje?

-La interpretación es algo muy subjetivo. Un autor o un guionista escribe unas lineas desde sus vivencias y aplica su personalidad. Por ejemplo, mi último personaje, el de la serie Los hombres de Paco, sabía que era el de una mujer seca y muy dura. Así que quise darle mi sello y pensé en la honestidad. Una interpreta un personaje pero también lo moldea para conseguir algo que le haga sentir plena.

-Así que usted es de las que se los creen.

-Me meto en ellos y me salgo. Técnicamente siempre pienso que lo mejor es leer muchas veces las líneas que alguien ha escrito para poder entender del todo qué quiso decir y por qué. Después se trata de meter todas las impresiones en la cabeza y aplicarle tus emociones para que cuando devuelvas el trabajo sea creíble y verdadero. Soy actriz porque me gusta jugar a ser personajes.

-¿Ser actriz es sólo jugar?

-Sí, aunque a veces nos perdamos en muchas cosas. Interpretar es jugar a ser aunque ha de hacerse siempre a tope.

-¿Uno se lleva sus personajes a casa o mejor aún, alguna vez ha sentido la sensación de no poder desprenderse de él?

-Ahora estoy viviendo una experiencia con la película El mal ajeno de Oscar Santos. Es un thriller psicológico muy duro. A veces en el cine no puedes jugar tan a tope porque no siempre todos los que trabajan contigo quieren hacerlo. Sin embargo, cuando directores y actores quieren llegar al fondo de algo se produce un instante en el que llegas a creer que lo que estás viviendo sucede de verdad.

-¿Y psicológicamente de qué forma esa circunstancia marca la propia vida privada de un actor, sobre todo en casos como puede ser una serie de televisión que dure temporadas y temporadas y todos los días se está rodando con las mismas personas?

-En mi caso no sucede especialmente esa circunstancia. No siempre vas por la calle pensando que eres otro. No utilizaría la palabra marcar. Pero todos los personajes enriquecen y enseñan resortes que un actor desconocía tener y que al final se quedan dentro de ti. Cuando hice La isla del holandés, por ejemplo, tuve que experimentar la sensación de tener un hijo y desearlo. Pero no era madre. Ahora lo soy y he descubierto que el papel me dio un bagaje para afrontar una situación real.

-¿Qué exige para escoger un papel?

-Elegir en esta profesión, de entrada, es difícil. Al menos, en este país. Aunque yo haya tenido la suerte de poder hacerlo. Pero habitualmente no pesa tanto escoger un personaje como el equipo con el que vas a trabajar, las condiciones en las que lo vas a hacer...Y ya no hablo de dinero, al menos en mi caso, porque no lo considero lo más importante. Lo que sí sé es desestimar un personaje porque no me vea en él. Y si desestimas es también porque ya has interpretado algo parecido y sabes que no te sugiere nada.

-¿Mira mucho al pasado?

-No volvería atrás ni un sólo día de mi vida.

-¿Su estado profesional actual es diversificar: teatro, cine, televisión?

-No. No me lo planteo. Me gusta vivir al día.

¿Qué le ha enseñado cada uno de los campos?

-El teatro me ha enseñado disciplina. El teatro necesita de un rigor contigo mismo, con tu salud y con tu estado de ánimo para poder crear un personaje que se sostenga, ya que has de vivir con él durante muchos meses y, además, estás obligada a hacerlo evolucionar. En el teatro no se puede ir probando. Sin embargo, la televisión es algo inmediato que tiene frescura y en tres ensayos lo has de haber descubierto todo. Y eso también tiene su precio. El cine tiene parte del teatro y de la televisión porque todo tiene que ser aquí y ahora, pero a un actor también le exige mucho rigor porque es caro y no te puedes equivocar.

-¿Es de las que ensaya frente al espejo?

-Jamás en la vida. Soy de las que no ven sus películas ni sus series. No me gusta verme. Me puedo imaginar cómo voy a responder porque lo sientes dentro. Si me miro en el espejo y veo lo que haré sé que no funcionará. Tengo mi propio método. Creo en la concentración,en el trabajo, pero sin llegar a somatizar nada.

-¿A qué personaje no le pondría freno?

-A Lady Macbeth. Me gustan mucho los clásicos porque me gusta la palabra. El teatro contemporáneo no siempre te permite llegar lejos.

-De hecho a usted le dieron el Premio Mihura con un Lope de Vega. Sin embargo, su trabajo en clásico no ha sido todo lo extenso que debería haberlo sido.

- Es que mis diálogos en Fuenteovejuna eran un regalo, es poesía pura. En Shakespeare, por ejemplo, los personajes están más allá de la realidad. A mí me encanta el teatro clásico.

-Pero ya ve, es la televisión lo que da popularidad como usted está notándolo actualmente pese a tener una carrera de muchos años.

-Sí, pero el teatro crea un anonimato especial y es donde sólo se ve al personaje. Fuera del escenario no te conoce casi nadie y ese reconocimiento se convierte en algo muy distinto porque se trata de aplausos inmediatos. El teatro, además, te permite trabajar en solitario

-¿A qué cree que es debida esa eclosión de series en la pequeña pantallas y casi todas con su público?

-Es herencia de lo que está pasando en Estados Unidos. La mejor ficción se hace en televisión. La ficción nacional empezó con Médico de familia, Farmacia de guardia... pero apenas existía. Lo que mejor funciona en la series españolas es la realidad, la cotidianidad de lo que España podría ser o incluso de lo que es.

-No me diga que sí ve mucho la televisión.

-La veo muy poco, pero he de admitir que he sido una fan de series como Roma . Cuéntame... también me enganchó.

-¿A qué actriz mira con envidia?

-Soy una admiradora de Cate Blanchett y de Emma Thompson.

-¿ Y cuál es su sueño profesional?

-Trabajar menos y mejor. Los problemas de producción a veces se comen la creatividad. 

-¿Se fue usted de Valencia o la dejaron ir como en otros casos?

-Vine a Valencia a hacer un curso en Moma y me quedé. Moma fue una experiencia muy interesante y creativa. Ahora me resultaría difícil volver porque tengo trabajo fuera. Uno al final tiene que buscarse los tentáculos. A veces las ciudades te limitan y en otras tocas techo. Pero por lo que cuentan mis compañeros es que el teatro en Valencia está peor que hace unos años. Y así no se crece. En Barcelona se estrena casi un espectáculo al día. Eso es crear una profesión. Ser actor en Barcelona es mas fácil que en Valencia. Aquí es fácil que te quedes un año en paro y a comienzo de cada temporada ya sabe quién sí y quién no va a tener trabajo.

-Debe ser muy frustrante para un actor no tener oportunidades.

-Lo es. Creo en el talento, la perseverancia, pero también creo en la suerte. A veces descubres actores buenísimos en salas alternativas que no te explicas cómo no están trabajando en otros sitios y te preguntas si no van a sacarlos de allí algún día. Hay muchos actores que nunca tienen la oportunidad esperada. Y hay gente mediocre que no se sabe por qué y tiene un sitio de continuo. Al final te das cuenta de que todo es subjetivo.

-¿Qué es lo más le gusta de su trabajo?

-Poder vivir el presente absoluto.

-También habrá algo que deteste.

Lo mismo. Es una contradicción total, pero es real. Me debato entre tener una vida ordenada, más ahora con una hija, y todo lo contrario. La vida del actor es desordenada, pero a la vez te pasan cosas maravillosas: conoces gente, descubres lugares que jamás esperas. Es un trabajo que agota. Pero no sabría vivir de otra manera.

-¿Y si no hubiera sido actriz?

-Es que yo nunca quise ser actriz. Por eso comencé tarde. Lo que quería ser era escritora, escritora de novelas. Me hubiera gustado poder escribir la literatura hispanoamericana, mucha novela negra, García Márquez... Y la verdad, lo confieso, lo intenté mucho tiempo. Sólo que este año lo he tirado todo. He hecho limpieza íntima. Tenía diarios desde los 14 años y lo mantuve hasta los 33. Allí estaba escrita mi vida con la idea de utilizarla algún día cuando fuera escritora.

-Pues yo la veía mucho más como una devoradora de cine.

- No, no. Soy más bien lectora. Veo muy poco cine, como tampoco veo mucho teatro. Pero también por las circunstancias actuales. Veo cine, pero en el ordenador, en el AVE y series de televisión gracias a los podcats que descargo de internet.

-No me diga que no analiza cada una de las escenas que interpreta.

-Sólo cuando el trabajo ya está acabado del todo. Y no soy muy crítica.

-¿Dónde se ha visto muy bien?

-En nada. Siempre dijo que en teatro debo de estar muy bien porque como no me veo. Un actor aprende a mantener la distancia. Un actor se hace a sí mismo. Es lo bueno que tiene esta profesión, que se debe a uno mismo.

-Pero la gente sí que debe confundirla por la calle con su personaje y la parará y le preguntará.

-Pero lo peor no es eso sino que esta es una profesión con muchos prejuicios externos. Hay gente que se ha dirigido a mí, por ejemplo, creyéndose mi personaje de Los hombres de Paco e imaginando que en realidad yo era como ella, seca, seria, amargada. Eso demuestra que hay una realidad imaginada.

-¿Cuál cree que es el precio que ha pagado por su profesión?

-Me faltaría serenidad y me gustaría ser menos inquieta.

-¿Y que será de mayor o mejor, cómo cree que la tratará el tiempo?

-Seré pintora. Yo ya pienso que he tenido una vida plena. Me siento muy llena por las cosas que he vivido. Atreverme con 20 años a decir quiero ser actriz y conseguirlo ya me ha hecho muy fuerte. A mis 39 años he podido hacer lo que he querido. No guardo ni los recortes en los que se habla de mi. Los recuerdos prefiero guardarlos en la cabeza.