Rosa Molero

Es inevitable, al ver la función Descalzos por el parque, acordarse de la adaptación cinematográfica que Gene Saks realizó en 1967 de la obra de Neil Simon, con un reparto de lujo: Robert Redford, Jane Fonda, Charles BoyerÉ Claro está que si queremos disfrutar de la obra que durante estos días podemos ver en el Olympia, debemos olvidarnos de la película o las comparaciones pueden arruinarnos el espectáculo.

Una pareja joven de recién casados se instala en un precario apartamento. En él se darán cuenta de que su relación no es tan maravillosa como pensaban; la diferencia de caracteres entre uno y otro (él serio y responsable, ella bastante alocada) y las características de su nuevo hogar harán que su matrimonio esté al borde del naufragio.

Pep Anton Gómez ha sido el encargado de adaptar y dirigir esta comedia romántica en la que tendrán que abrirse paso dos relaciones con una evolución inversa: los que empiezan teniéndolo todo a favor y los que lo hacen teniéndolo en contra. Pero la moraleja parece clara: el amor todo lo vence y cuando éste peligra somos capaces de cambiar (o de intentarlo).

Claro que todo ello está plasmado en clave de humor; no hay lugar para la seriedad ni un solo instante. En todo este divertido enredo, quizás el personaje menos acertado es el de Corie, pues hace poco creíble su crisis de pareja incluso tratándose de una comedia y compartiendo escenario con otros personajes que no se ubican precisamente en la moderación.

Anton Gómez ha contado con un reparto muy equilibrado (Álvaro Roig, Amparo Alcoba, Jorge Sanz, Magüi Mira y Eduardo Antuña). Todos se han situado en un mismo registro, sin estridencias, sucumbiendo al ritmo impuesto por la función. Y es que el ritmo del montaje es uno de sus mayores aciertos (exceptuando la pausa demasiado larga que introducen para hacer el cambio de escenografía). No nos encontramos ante un espectáculo frenético, donde la comicidad se desborde a raudales. Hay una línea cómica que perfila toda la obra sin llegar a ser monocorde. No se producen grandes carcajadas, pero sí una sonrisa continua que deja buen sabor de boca.