¿Con acentos se vive más tranquilo?

Para el que no sabe, no; para el que sabe, sí. Siempre he sido partidario de los acentos, pero no los necesito. No hablé castellano hasta los diez años. Como mi abuelo, que fue mi educador, no sabía leer, ni escribir, ni hablar en castellano tuve que hablar valenciano y, por lo tanto, mi fonética es la de mi pueblo, la de Alcoi, que no necesita escuela.

También lo preguntaba porque la institución que preside hace un corto período de tiempo los recuperó en su ortografía y quizás ese hecho les haya dado cierta tranquilidad.

Desde el punto de vista interno, siempre ha habido personas partidarias de recuperarlos y también, de seguir con la no acentuación. La fonética ayuda al pueblo a no equivocarse. Con acentos, el que aprende vive mejor.

¿Y no cree que se ha perdido demasiado tiempo en batallas estériles en torno a la lengua?

Se ha perdido tiempo, pero no me atrevería a decir que mucho. Evidente se ha producido un desgaste. Pero por eso, en estos 25 años que tienen las normas de El Puig, han llevado a la Real Acadèmia a recuperar acentos que considerábamos necesarios para el pueblo. El desgaste se ha producido, se produce y se producirá.

¿Ha servido de algo?

De nada. Y es lo que me hace ser optimista. Soy realista y sé que no va a pasar nada con la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) versus la Real Acadèmia. Sencillamente, porque por mucho que se empeñe la ciencia la lengua la hace el pueblo.

¿La lengua es negociable?

No. La lengua lo que no puede ser jamás es política. Pero se ha convertido en ella. Desde el momento en que existe una Acadèmia de la Llengua que elige a sus académicos por medios políticos, por lo menos la política politiza y mediatiza su elección. A lo largo de nuestra historia, la Acadèmia de Cultura Valenciana ha recibido subvenciones con uno y otro gobierno, pero los miembros de esta academia no cobran y los eligen los propios académicos, al igual que sucede en la Real Academia Española cuyos miembros no los designa el Congreso.

¿Por qué no les convence la AVL?

No es que no me convenza. Está en la ley y la ley ha de cumplirse. Así que hay que aceptarla. De lo que sí estoy convencido es que, de la misma manera que las instituciones evolucionan, la AVL evolucionará. ¿Cuántos políticos son capaces de escribir normativamente? Lo que sí le puedo garantizar es que hablo y escribo la lengua valenciana. Atienda usted a los discursos en la televisión y comprobará como nuestros políticos hablan el valenciano que utiliza el pueblo. La propia AVL ha publicado una gramática excelente en la que al final de ella viene a reconocer que existe un valenciano formal y otro poco formal. Por tanto, tengo derecho a apuntarme al valenciano poco formal. Ese es el valor que tiene la cultura popular y el que tiene el pueblo. La Constitución nos recuerda que existe libertad de pensamiento y libertad de expresión. Por tanto, cada uno puede pensar lo que quiera.

¿Se sentaría algún día como miembro de pleno derecho de la AVL aunque fuera para defender sus propios principios?

Nunca. Pero porque la coherencia es lo más importante y no creo en la unidad de la lengua. Se ha de nacer y morir coherentemente. No podría entrar en una institución que crea en una unidad de la lengua en la que yo no creo. La libertad de expresión es oral y escrita y el Código Penal no castiga las reglas de ortografía. Pero siempre desde el respeto. De hecho, me pidieron participar en un acto con ellos y lo hice.

Xavier Casp, su predecesor, en cambio, fue alguien que defendió las Normas del Puig pero cedió a formar parte de la AVL y fue incluso miembro fundador.

Hay que tener en cuenta el momento y la situación de la designación de esos primeros académicos. Xavier Casp fue a la AVL, dijo lo que pensaba y cumplió sólo durante un determinado momento. En una institución de veintiún miembros, todos pueden votar. Casp no pudo aportar lo que él quería y se retiró.

¿Qué le diría hoy si lo tuviera delante?

Si llegó a pensar que cuando accedió a la AVL creía de verdad que podría paliar las diferencias sobre la lengua.

¿Y si se encontraran hoy Casp y Fuster que se dirían?

Fui muy amigo de Fuster. En la década de los cincuenta comencé la carrera de Derecho y había una revista del SEU que se llamaba Claustro. En el staff de Claustro estaban Fuster y Simó Santonja. Y no pasaba nada. Su capacidad intelectual era impresionante. He de decirle que cuando murió yo estaba fuera de España, pero hubiera ido a su entierro. Casp y Fuster también eran amigos, independientemente de lo que cada uno pensara. Creo que Casp fue un asceta y quizás le diría que fue una pena que no hubiera defendido más el valencianismo.

¿Dónde está hoy el valencianismo?

En pocos sitios.

¿Por qué?

El problema quizás radique en lo que hoy es el pueblo español en general. Hay pueblos que se sienten sólo de su nacionalidad y no de la otra. Se consideran extranjeros y quieren la independencia. Y hay pueblos que primero son españoles y luego valencianos, gallegos o andaluces. Y un pueblo con esa consideración no necesita de nacionalismos para sentirse pueblo.

¿Está afirmando que el valencianismo se está perdiendo?

Algo queda, pero a veces como especie protegida y no como sentimiento unánime. Determinados reductos han roto la unidad de criterio. Si analizamos esos grupos dentro de la sociedad valenciana verá que unos defienden un valencianismo light, otros, puramente de patria y de lengua y hay otros que sienten un valencianismo fundamentalista.

¿No confía tampoco en la posibilidad de un relevo generacional?

Sí confío, porque aún queda valencianismo y el relevo generacional no será difícil. Hay quien cree que porque ahora a los niños se les enseña catalán en las escuelas olvidarán la lengua valenciana, pero esos niños llegaran a ser mayores e irán a sus pueblos y descubrirán que el valenciano formal, el que a ellos les han enseñado, no se habla sino que se usa el valenciano poco formal y que el pueblo es el que predomina.

¿Y no cree que gran parte de culpa la ha tenido la utilización política de este asunto que nunca ha dejado de realizarse bajo intereses partidistas?

Mire, si Blasco Ibáñez con todo lo que supuso, con la fuerza de su partido, no consiguió consolidar un partido valencianista ¿quién puede tener hoy la capacidad de hacerlo? No veo mal el futuro, pero siempre dentro del respeto. Hay algo que no se puede cambiar y es el pueblo. Al pueblo no lo cambian los políticos. Los pueblos votan y dan confianza a alguien, pero luego las personas no ejecutan la política que quiere el pueblo que les ha votado. Siempre he creído en la bondad del pueblo y por eso estoy seguro que al pueblo valenciano no lo cambiará nadie porque tiene su lengua, su cultura y sus manifestaciones. Lo demás son barbaridades.

¿Por qué nunca se ha consolidado un partido nacionalista fuerte como existen en Cataluña o en el País Vasco?

La respuesta está en la burguesía y Valencia no ha tenido la burguesía necesaria para tener ese partido.

Encuentro en sus palabras cierta decepción hacía la clase política.

¿Cree que hay alguien que no la tenga? No soy una excepción. A la larga, todos los políticos decepcionan. La política se ha convertido en una profesión y para ejercer cualquier profesión hay que ser buen profesional. Las profesiones son eternas hasta la jubilación. ¿Usted se dejaría operar por un arquitecto? Pues entonces cómo es posible que un ministro siendo arquitecto hoy sea ministro de Cultura y mañana de...

¿Cuál cree que es el papel que en la actualidad deben cumplir instituciones como la que usted dirige?

La RACV nació en 1915 y no tiene una sino 16 secciones. Le faltan cinco años para cumplir los cien años. Cada una de las secciones está dirigida por un académico Su función es formar y preservar. Sin ir más lejos, una de las secciones es la Escola d'Estudis Valencians que empezó con cincuenta alumnos y este año superará los trescientos. La gran mayoría son personas mayores a las que se les enseña de todo. Nuestra función principal hoy es formativa.

Formó parte del Consell Valencià de Cultura en un momento muy complicado. ¿Cree que está infravalorado?

Déjeme antes que le pregunte por qué no se llama Consell de Cultura Valenciana o la AVL no es la Academia de la Lengua Valenciana. Eso sí, le contesto desde el respeto institucional: juntos, pero no revueltos porque la pluralidad de opinión es lo que enriquece.

Durante décadas ha ejercido usted de notario. ¿De qué le gustaría poder hoy dar fe?

De la fe en su ser supremo, de la fe en la patria, de la fe en la lengua de esa patria y de la fe en la cultura de esa patria.

Ha sido y es un escritor muy prolífico. Tiene publicados más de un centenar de libros sobre derecho y humanidades pero ¿la poesía es la mejor evasión?

La poesía es un acto de ética muy importante. Es una búsqueda de la esencia del ser. Escribir en sí ha sido un trabajo de evasión. He disfrutado siempre escribiendo y nunca lo he hecho buscando un reconocimiento.