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Cualquier reunión de obras de Joan Genovés, los equipos Crónica y Realidad, Artur Heras, Manuel Boix, Antoni Miró, Charris o Soledad Sevilla es atractiva sin necesidad de muchos argumentos. La exposición inaugurada ayer en el Centre del Carme (La huella fotográfica en la nueva pintura realista. La aportación valenciana (1963-2005) añade además una tesis a esta yuxtaposición: la influencia -tanto inspirativa como técnica- de la fotografía en el realismo valenciano de los años 60 y 70, y su conexión con las expresiones artísticas actuales asentadas en las nuevas tecnologías (Ximo Lizana o Carolina Torres son, entre otros, los que representan estas nuevas formas en una sala diferenciada de la de los clásicos).

En aquellas obras de los 60 y 70 se observa ya una "una inclinación hacia la industrialización de la cultura", que hace que "la huella del pincel no exista", rasgos que se potencian en las expresiones realistas más actuales, explicó la comisaria, Felisa Martínez.

Estas marcas son además características propias del figurativismo valenciano, que lo distinguen del que se da en Barcelona, Madrid y otras zonas de España, coincidieron Martínez y el historiador y asesor del Consorcio de Museos, Felipe Garín. El documentalismo fotográfico y la huella del pop vinculan esta corriente asimismo con la producción de vanguardia en EE UU y Europa.

Pero esta renovación pictórica de los 60 está estrechamente ligada a una voluntad de crítica social y política, sin que ello cuestione "una calidad artística brillante",señaló Garín.

"La obra perdura por lo que expresa". Es la idea que Joan Fuster defendió en El descrèdit de la realitat, ensayo de fuerte influencia en esta generación de artistas, tanta como la ejercida por las conversaciones con el intelectual de Sueca. El religioso Alfons Roig, con sus clases en la Escuela de Bellas Artes, es el otro personaje clave para estos nuevos realistas, según la comisaria de la muestra.

Esta tiene como pieza central El abrazo (1976), de Genovés. No es sólo la obra que más ha costado conseguir -el Reina Sofía de Madrid era reticente a cederla-, sino que tiene también una fuerte carga simbólica, al ser un "emblema de la Transición". Además, nunca había estado en Valencia, si la memoria de los organizadores no falla. Garín recordó que la pintura era propiedad de la galería Marlborough y, como subdirector general de Museos en el ministerio, llevó adelante la negociación para adquirirla por un precio asequible al considerarla "el Guernica de la Transición".