La integral de las sinfonías de Beethoven que la Orquestra de València y su titular Yaron Traub han incluido en la programación de la presente temporada de abono se ha iniciado con un muy justificado éxito ante un público que de nuevo llenó hasta la bandera el aforo de la Iturbi. Si algún pero se pudo poner a las versiones oídas de la Primera, la Cuarta y la Quinta, fue en el terreno siempre subjetivo de la concepción de esas obras.

Así, la Primera se ajustó a los parámetros formales clásicos, buscando más la herencia recibida que los anuncios del futuro en la misma carrera del compositor. Sin embargo, ese enfoque se contradijo con una realización dominada por una compacidad (que no opacidad) de las masas sonoras por otro lado muy difícil de conseguir con instrumentos modernos.

Mejor ajustados parecieron los medios a los fines en una Cuarta en cuyo segundo movimiento se jugó muy sensiblemente la carta del contraste entre los momentos más densos y los más ligeros. En los extremos, en cambio, lo que imperó fue el diseño unitario desde una sobriedad expresiva en perfecto equilibrio con la flexibilidad en los movimientos de las masas sonoras.

Con ser muy estimable lo anterior, la gran versión de la velada fue la de una Quinta que en todos sus tramos se distinguió por el fraseo de alta tensión y la atención a los más mínimos detalles tímbricos, dinámicos y rítmicos. La repetición de la exposición en el primer movimiento fue una novedad agradecida por la partitura y los oyentes. En la tercera variación del Andante se habría quizá debido acentuar con un poco más de fuerza las voces de clarinete y fagot, pero en la sexta todas las líneas se oyeron con diáfana claridad. Aunque en el Scherzo fue toda la orquesta la que volvió a deslumbrar, no se pueden dejar de destacar las maravillosas intervenciones de la pareja de trompas, de los contrabajos en el fugato y del timbalero en la coda que dio paso al exultante pero controlado final.

Este concierto no se ha repetido veinticuatro horas después. Lástima: una semana antes, la Tercera de Mahler aún salió mejor el sábado que el viernes.