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Yuri Fateev llegó al Marinski como bailarín el año que uno de los grandes, Mikhail Baryshnikov, huía a Estados Unidos. Pero los tiempos han cambiado y "Rusia ya no es un país cerrado y comunista. la gente elige dónde vivir y trabajar. Las puertas están abiertas". También las de entrada -hay alguna de Austria y de Corea, y están a punto de incorporar a un joven del Royal Ballet de Londres-, pero con condiciones. Nada de fichajes de galácticos, sino que previamente han de pasar por la Academia Vaganova.

¿Los más grandes? Yuri Soloviev, en los años setenta, dice, "era música en el escenario". Baryshnikov "es muy natural, uno de los mejores". "Y adoro a Maya Plisetskaya -añade-, la bailarina completa. Es todo: uno de esos casos únicos en que se une físico, mente y trabajo duro". A Nureyev lo vio al final de su carrera, "pero en los vídeos es emocionante".

De los españoles conoce bien a su "amigo" Ángel Corella, Joaquín de Luz, Tamara Rojo y, entre los "contemporáneos", cita a Nacho Duato. Respalda el proyecto de Corella en Segovia, "porque para construir una compañía de ballet clásico, hay que tener una escuela primero".