Debemos alegrarnos de que los responsables del Palau de les Arts no se queden prendados sólo con la grandeur, y hayan tenido la feliz idea de crear el Centre de Perfeccionament Plácido Domingo. Un hecho que recuerda al desaparecido y recordado Taller de Ópera, del vecino Palau de la Música. Es posible que esta nueva propuesta sea más ambiciosa, pero el fin es parecido: el ámbito formativo integral. Un ámbito del que quiero destacar que si bien la base es la formación musical, no falta la teatral. La prueba es esta puesta de largo (y, de paso, la primera y esperada incursión del Palau en el repertorio rossiniano), donde, además de la cualidades vocales, se pudo apreciar un gran esmero en la faceta interpretativa.

Porque cantar, en la ópera representada, no consiste sólo en tener buena voz, es la situación dramática la que obliga a ello. O debería. Y ya que los protagonistas fueron los intérpretes, hay que decir en voz alta (afinada, claro) la calidad de los mismos. Ahí está Lluís Martínez (Germano), consistente barítono y notable actor. Dolores Lahuerta (Giulia) expone buenas maneras como soprano y es dúctil actoralmente, y Hans Ever Mogollón (Dorvil), un tenor templado, aunque más débil como actor. No me olvido de Issac Galán (Blansac) y Ekaterina Metlova (Lucilla) ambos también cumplidos. Esta última destacó además como actriz.

En fin, talento y buena formación no falta. Michieleto da respuesta al dilema que planteó el gran Strehler, cuando reflejó su insatisfacción ante la imposibilidad de resolver el plano musical y el dramático a la vez. La cuestión es el dominio teatral, y plantear un ritmo y estética actuales. Salvo alguna inocente resolución teatral, o algunos gags más ocurrentes que bien perfilados, la puesta en escena entra bien por los ojos, orgánica, llena de vida y color. Todavía podía haber sido más sintética en el amueblamiento, recordando al filme Dogville, pero esto es sólo una precisión subjetiva. Desparpajo escénico, contemporáneo, y respetuoso. Al final se oyeron bravos. Me imagino que para los cantantes, la puesta en escena, la música y el proyecto; y rosas rojas para la sabia batuta del maestro Alberto Zedda. Justicia poética.