Debió de ser alguna noche de finales de los ochenta, probablemente en el Café Rialto que regentaba Toni Peix, cuando Joan Monleón y yo empezamos a discurrir sobre aquel programa que ya está en la historia de la televisión. Yo compartía con Monleón esa visión de lo valenciano que en lugar de cargarse nuestros tópicos, tan denostados en el post-franquismo, los estilizaba y magnificaba más aún, dándoles la vuelta, hasta hacerlos estallar entre petardos y peinetas. De ahí el Monleón magistral vestido de doña Concha cantando el Romance de la Reina Mercedes, o con traje de fallera dándole a la Horchatera valenciana. Es decir, que si quieres caldo de valencianía aquí tienes dos tazas, y si no puedes vencerlos, a los tópicos, únete a ellos.

Creo recordar que la idea inicial del programa era prácticamente ninguna o, mejor dicho, Joan Monleón haciendo lo que pudiera ocurrírsele poco antes de comenzar la emisión. Era un maestro de la improvisación, militaba en ella, y su ingenio ante la cámara le hacía salir bien parado de cualquier trance. Alguna vez rememoramos con horror, y muertos de risa también, la primera emisión del "show", que debió de suceder el 9 de octubre de 1989 a las 20.30 de la tarde. Lo recuerdo a él vestido de gitana, con un larguísimo pelucón, y leyendo las manos al atónito publico de un plató que simulaba un café de pueblo.

No sé cuántas semanas debieron de transcurrir entre aquel astracanado estreno y lo que habría de convertirse en el clamoroso programa por el que se le recuerda y se le recordará. Paradojas de la televisión, porque al final resultó que los telespectadores acabaron por tomarse en serio lo que para nosotros sólo era un juego provocador, o una divertida gamberrada, por usar terminología de otra época. Y al tomárselo en serio ellos, los centenares de miles de personas que seguían el espacio, no nos quedó más remedio que hacer lo mismo a nosotros.

Visto desde hoy, yo diría que "La paella russa", icono supremo del "show", era una hija tardía del Ajoblanco Especial Fallas de 1974, que marcó sin saberlo una tendencia estética respecto de una forma de ver y de vivir el "cap i casal". "La paella russa" es prima hermana de La fallera mecánica, sobrina de Visanteta la Traca y tía de La peineta rebelde y demás parentela de aquella celebrada publicación.

Con la explosión de audiencia del programa, que ni él ni yo esperábamos, Joan Monleón entendió muy bien que había que pasar de la marginalidad inicial al lujo televisivo. Y así se crearon los nuevos decorados, con colores chillones y brillantes, y mucha lentejuela, que él había mamado en el Ruzafa y el Alkazar. Deliberadísimo kistch valenciano, corregido y aumentado, con un toque arrevistado y sintonías muy pegadizas que perviven en el recuerdo de miles de personas. Y unas increíbles monleonetes que no podían ser señoras despampanantes, de rompe y rasga, porque el espectáculo era él, y el resto debía de estar en todo momento a su servicio.

Conducir la emisión hacia el éxito fue el mérito indiscutible de Joan Monleón y de los profesionales de Canal 9. Como responsable de la cadena, a mi me tocó soportar el alud de improperios y descalificaciones que provocó el "show" entre la necia progresía lugareña. Pero yo tenía muy claro que dirigía una televisión para la mayoría, no la Revista de Occidente para unos pocos, así que me pasé alegremente los ataques por el forro. El popularísimo "show" les parecía folklórico, poco "normalitzat" , nada "normalitzador" y demás estereotipos propios de la época que el tiempo se encargó ya, justamente, de disolver. Y mientras cientos de miles de espectadores seguían el espacio de Monleón, el primer gran éxito mediático en lengua valenciana de la historia, algunas minorías nos ponían a caldo al tiempo que se manifestaban en favor de la televisión de otra autonomíaÉ Actitudes tan torpes como esa explican muy bien el fracaso de algunas ideologías políticas en la Comunidad Valenciana.

Con todo, y también sin nosotros proponérnoslo, El show de Joan Monleón fue un programa vertebrador, una manera popular de reforzar la identidad valenciana. Los pueblos de todos los rincones de la Comunidad se conocieron un poco más los unos a los otros, cada cuál con su manera particular de hablar la lengua común: se vieron las caras, podríamos decir, por vez primera, a través de un medio de masas. El show de Joan Monleón fue seguramente el primer concurso-reallity, realizado en directo, de la historia de la televisión en España. Como material de archivo, su valor es enorme, y animo a la edición de la obra completa del programa, curso de geografía y antropología popular valencianas. Allí aparecen, tal como éramos, todos nuestros pueblos y sus gentes, a principios de la década de los noventa. Joan Monleón fue un hombre sencillo para las personas sencillas que le aplaudieron y le quisieron. Pero, detrás del escenario, también a él se le podría aplicar la máxima filosófica que dice que todo lo que es profundo ama del disfraz.

*Ex director general de RTVV