El Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) inaugura hoy la exposición 'De Gaudí a Picasso', que revive los sentimientos de "emoción y crisis" que alimentaron el período artístico del Modernismo catalán a través de 125 obras --58 pinturas, 33 dibujos, nueve esculturas, 22 elementos ornamentales, tres maquetas y un audiovisual-- de los creadores más representativos de la época.

Una larga lista de instituciones han prestado fondos para esta muestra, que pretende descubrir la "huella decisiva y permanente en la memoria" que dejó en el arte europeo esta etapa de transformación de la que, sin embargo, aún se tiene un conocimiento "superficial".

Así lo aseguró el comisario del proyecto, Tomàs Llorens, en una rueda de prensa en la que estuvo acompañado por la directora del IVAM, Consuelo Ciscar; el comisario específico de la parte dedicada a Gaudí, Daniel Giralt-Miracle; y el vicepresidente de la Fundación Bancaja, entidad que patrocina la selección, Vicente Montesinos.

'De Gaudí a Picasso', fruto de una labor de investigación de dos años y medio, centra su mirada sobre el arte catalán de entre-siglos en un recorrido enmarcado por estos dos gigantes del arte, así como por el escultor Julio González, que, al igual que Picasso, se formó en la Barcelona del momento.

La exhibición, que se podrá contemplar hasta el próximo 27 de junio, permite admirar piezas de suma importancia cedidas por el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), Museo Picasso, Museo del Prado y la Colección Thyssen-Bornemisza, entre otros, y algunas halladas en las "trastiendas" y en fondos particulares, destacó, por su parte, Giralt-Miracle.

De la "inmensa" producción de Gaudí, por ejemplo, se pueden ver piezas en 'trencadís' del Parque Güell, rejas de La Pedrera o un confidente de la Casa Batlló, junto a un audiovisual que se adentra por medio de la imagen en la arquitectura del autor. Por lo que respecta a Picasso, está representado por cuadros y dibujos, con el fin de demostrar que el genio de Málaga asumió en su período azul la enseñanza de esta época aunque esto "no haya sido suficientemente reconocido aún" por algunos de sus estudiosos, consideró Tomàs Llorens, comisario del trabajo junto a Boye Llorens.

La exposición parte de la tesis de que el Modernismo "no fue un estilo" y por ello no dio lugar a una uniformidad artística sino un período marcado por dos características, "una primera actitud de entusiasmo y de reacción después ante la modernidad y una apertura hacia el exterior con el trasfondo de una intensa crisis económica y social".

Este contexto hizo que en apenas una década --el Modernismo fue "sorprendentemente breve" y se prologó durante unos 25 años, incidió Llorens-- los autores experimentaran un cambio personal que se reflejó en sus trabajos, al pasar de un "optimismo ligero" a una "rebelión contra la sociedad".

El público podrá ser testigo de este tránsito siguiendo las diferentes secciones en las que se ha dividido la exposición. En las primeras salas se da cuenta de la fascinación de los artistas ante el nuevo "espíritu metropolitano" nacido a raíz de la aparición de las "ciudades tentaculares" y que supieron plasmar pintores como Casas y Rusiñol en la década de los noventa. En este apartado se incluye también una serie de retratos firmados por Casas de los artistas que se reunían en el emblemático café Els Quatre Gats.

Con la segunda generación, la muestra aborda la influencia de la corriente espiritualista en la evolución del modernismo. Asociada en parte a la actividad del Cercle Artístic San Lluc, al que perteneció Gaudí, esta tendencia renegó del progresismo materialista y el positivismo que inspiró los inicios de la Belle Epoque y empleó los recursos del simbolismo. Mir y Anglada aportaron a este panorama obras en las que se aprecian coincidencias con el Modernismo de otros centros europeos, como Bruselas, Munich o Viena.

La tercera y última etapa del modernismo estuvo protagonizada, como recuerda la muestra, por artistas jóvenes, entre ellos González, Sunyer, Picasso y Nonell, considerado el último gran pintor modernista.

De hecho, el entusiasmo que animó el fenómeno se disipó rápidamente en Barcelona a lo largo de la primera década del siglo XX, lo que marcó las futuras aportaciones de los artistas de la segunda generación a las vanguardias. La gran figura emergente en aquellos años fue, sin duda, Picasso, alrededor del cual se congregaron otros creadores como Hugué, Canals, Sunyer o los hermanos Julio y Joan González, residentes ya todos en París y conocidos allí como 'la bande catalane'.

BIFURCACIÓN

Preguntado por si el Modernismo catalán podría ser asimilable al valenciano, Tomàs Llorens rechazó este punto, ya que en aquel momento histórico se produjo una "bifurcación: mientras Catalunya seguía el camino del industrialismo, Valencia escogió el de la transformación agraria".

Para Consuelo Ciscar, el modernismo "no nació de manera aislada, sino que fue reflejo de una corriente europea que llevaba consigo aires de cambio y progreso en todas las disciplinas sociales y culturales y provocó una enorme transgresión con el pasado y un punto de encuentro que conformaría las tendencias del siglo XX".

Con motivo de la muestra se ha editado un catálogo que además de reproducir las imágenes seleccionadas incluye textos de Tomàs Llorens, Daniel Giralt-Miracle, Boye Llorens, Mercé Doñate, Marilyn McCully y Francesc Fontbona.