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Josep Pons (Puig-Reig, 1957) es desde 2003 director de la Orquesta Nacional de España en virtud de un contrato que en principio vence en 2012. Esta tarde se pondrá al frente de la Orquesta de Valencia para interpretar una versión concertante de la ópera de Béla Bartók El castillo de Barbazul.

Sin ninguna tradición musical en su familia, fue un maestro de escuela local el que aconsejó a sus padres el ingreso en la escolanía de la abadía de Montserrat, de la que formó parte entre los años 1967 y 1971. Allí aprendió sobre todo polifonía, a la que siempre ha considerado "mi mundo". Pero junto a Palestrina, Victoria, Lasso, o la escuela montserratina, su primera formación incluyó mucha música contemporánea. "Tras el Vaticano II, con la desaparición de la polifonía en la liturgia, Montserrat se convirtió en refugio por un lado de los grandes polifonistas clásicos, por otro de los compo?sitores contemporáneos de música religiosa".

El ingreso en el conservatorio fue muy decepcionante: "Como pasar de la realidad a la ciencia ficción. Estudié teoría de la armonía después de haber hecho mucha práctica al órgano en la armonización sobre la marcha y la improvisación, como debía de ser por ejemplo la costumbre de Haydn en Esterházy".

Los años de conservatorio fueron simultáneamente los de inicio en la dirección. "Para ganarme unas pesetas comencé ya a dirigir un coro". Otro trabajo realizado durante aquella época fue el de acompañante y arreglista, durante más de un año, para Raimon y otras figuras de la cançó, con los que realizó varios discos.

Pero el factor decisivo que en aquella época determinó el futuro de Josep Pons fue la recomendación de su profesor Antoni Ros Marbá para la dirección musical de La flauta mágica producida por Fabià Puigserver en el Teatre Lliure. "El trabajo con aquellos actores, magníficos como tales pero no cantantes, fue tan arduo que al terminar Fabià se ofreció a apoyar cualquier proyecto que yo tuviera en mente. Así fue como nació la Orquesta de Cámara del Teatre Lliure".

Tras el Lliure, Pons se embarcó en lo que fue otra creación casi ex novo ("sólo tenía tres años cuando yo llegué") de una orquesta, la de Granada, cuya titularidad desempeñó durante diez años también abundantes en grabaciones y premios. Pese a lo que pudiera parecer, la dirección de la ONE ha supuesto otra partida de cero: "Hubo que redefinirlo todo, desde las cuestiones de régimen interno hasta las de repertorio. Y estoy muy satisfecho de los resultados".

En cuanto a la Orquesta de Valencia, a la que dirigirá por cuarta vez, su opinión es contundente: "Ha evolucionado mucho y para bien. Al que echo mucho de menos es al Cor de València". Y de Barbazul piensa que es una obra capital para comprender a Bartók y donde sobre todo ha intentado utilizar la orquesta con fines de caracterización psicológica.