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Si como todos los analistas apuntan-y los ciudadanos contrastan-tras la crisis nada será como antes, el Palau de les Arts quedará en la retina como el mejor icono de los años de esplendor y delirio político y los intentos de querer ser lo que no se ha podido y aquello que ya nunca será.

Y es que la actividad ofrecida por el coliseo esta temporada es sólo el ejemplo de lo que se avecina en el futuro y el mejor escaparate de los excesos, en todos los sentidos, o del final de la era del todo vale.

Ya no sólo habrá que atender a los más de 40o millones de euros que ha costado su construcción, sobrecostes incluidos por las múltiples modificaciones al proyecto original, los más de 40 millones que necesita cada año para funcionar o los cuatro que cuesta su mantenimiento ordinario, sino su incapacidad absoluta de ser, al menos, o en cierta parte, mínimamente autosuficiente.

Un dato sobra para entender la ecuación: el sueldo de Lorin Maazel, director de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, es casi la misma cantidad que el coliseo recauda por taquilla, en torno a los siete millones anuales. Esta misma temporada la Generalitat ya dio un zarpazo a su presupuesto y el Ministerio de Cultura continúa haciendo oídos sordos a las reclamaciones de colaboración económica. Las arcas están más que vacías y las deudas se acumulan. Sin ir más lejos, el propio Ayuntamiento de Valencia ya recortó la aportación comprometida en su día.

Todo ello lleva a volver a preguntar si era necesario construir un gigante tan excesivo para después tenerlo casi cerrado, o quién dejó de poner freno a los sueños mitológicos de un arquitecto.

Tanto gasto e inversión para que sólo la sala Principal haya mantenido una actividad regular esta temporada -los recortes han funcionado en voces, producciones, escenografías y refuerzos. El auditorio superior apenas ha sido ocupado dentro de su programación más que en cinco ocasiones en todo el año para otros tantos conciertos de la Orquestra de la Comunitat Valenciana. En una sola ocasión ha sido pisado el escenario del teatro Martín i Soler, más concretamente en febrero y con motivo de la puesta en escena de Una cosa rara.

El Palau de les Arts ha sufrido un segundo zarpazo con la retirada de algunos patrocinadores, la imposibilidad de arrendar su restaurante, debido a las condiciones estipuladas en el concurso y a la situación económica; tampoco ha conseguido habilitar esa pequeña milla de oro de tiendas de lujo que esperaba montar en sus instalaciones del entorno y con las que poder aliviar gastos. La situación tampoco anima a alquilar sus espacios. Al menos, sirve como escenario de fotos turísticas.

Nuevos contenidos

La reducción de su oferta artística hay que volver a observarla en la nueva edición del Festival del Mediterrani que también ha visto reducida considerablemente su programación. También se reducen las horas de iluminación externa.

Con este panorama y la advertencia del Ministerio de Economía y Hacienda de que las comunidades autónomas tendrán que hacer frente a un bocado del recorte del déficit público, mala perspectiva pinta para el futuro inmediato, o para su futuro, cuando de todos es sabido que el primer recorte siempre afecta a la parcela cultural y los presupuestos autonómicos de 2011 vendrán más que ajustados.

La situación no lo salvarán los artistas. Como reconocía el propio tenor Plácido Domingo, la crisis no hará variar los cachés porque ellos son los que atraen a los espectadores.

La opción que le quedaría al Palau de les Arts para no ser engullido por su inactividad y una plantilla de 400 personas sería, quizá, comenzar a pensar en su reutilización, en incorporarle otros contenidos públicos para que tenga vida y sea rentable socialmente. El futuro podría pasar por involucrar en su funcionamiento a otros organismo autónomos y locales, así como una parte de su oferta. Sólo de esta manera se lograría disponer de un verdadero Barbican o, al menos, de rentabilizar una parte de la gran inversión pública realizada hasta ahora y a la que, quizá, otras generaciones sí sepan sacar partido. Al menos, habría que pensarlo.

Un millón en seguridad al año

Cerca de un millón de euros al año cuesta la seguridad del Palau de les Arts. Esa cantidad es la que figura en el anuncio de licitación del concurso público que acaba de ser dado a conocer. La cantidad está vinculada a los cuatro millones anuales que necesita para su mantenimiento. Esta cantidad supera al presupuesto de que dispone, por ejemplo, el Instituto Valenciano de la Música (IVM) para todo un año, entidad, por otro lado, que corre con los gastos del mantenimiento del Cor de la Generalitat, el mismo que actúa en las producciones del Palau de les Arts.

Hace apenas unos días trascendía que la Jove Orquestra de la Comunitat Valenciana, también vinculada al IVM, había tenido que abonar ocho mil euros al Palau de les Arts para poder hacer uso de sus instalaciones con motivo de uno de sus tres encuentros anuales.