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Los cines Albatros abrieron sus puertas en noviembre de 1986 con un cartel que era toda una declaración de intenciones: El rayo verde, de Éric Rohmer (ganadora del León de oro en Venecia); El declive del imperio americano, de Denys Arcand, y Extraños en un tren, de Alfred Hitchcock. Lo recordaba ayer desde Cannes el ahora programador de la sala (también de Babel) y uno de los fundadores del proyecto, Antonio Llorens. Los Albatros, surgidos siguiendo el modelo de los Alphaville de Madrid -los de la canción de Aute: "Yo ahora me voy con Charlie al Alphaville, que reponen La huida"-, cierran sus puertas con casi un cuarto de siglo de vida y más de mil filmes proyectados en versión original, como ayer informó este diario. Su adiós el próximo domingo es casi el punto final a un modelo de cine como estricto espacio cultural, independiente de centros comerciales, restaurantes o áreas de ocio.

El director Sigfrid Monleón se enteró ayer del cierre a través de Levante-EMV, "¡Qué pena!". Fue su primera reacción desde su casa en Madrid, antes de recordar que el local lo encontró él: "Era un concesionario Michelín del padre de un amigo y le puse en contacto con el equipo promotor del cine".

En los Albatros, rememoraba, han tenido lugar cosas tan raras como ser la única sala comercial de España donde se estrenó la primera película de Marc Recha (El cielo sube, singular producto experimental en blanco y negro a partir de un relato de Eugeni d'Ors). La produjeron el propio Monleón y el actual director de la Filmoteca de Valencia, José Luis Rado.

Directores de culto como Aki Kaurismaki o Alain Tanner han pasado por aquel local. O el mítico Rafael Azcona guisó una paella en los jardines de delante tras el estreno de Suspiros de España y Portugal.

Pero el patrón del consumo de cine ha cambiado, reflexiona Monleón. Los canales del cine de culto son ahora internet y el DVD; y cada vez menos las salas, apunta el director de El cónsul de Sodoma. La mayoría de universitarios hoy van al cine "como evasión y a comer palomitas, no a ver una de Bergman", dice.

Las estadísticas oficiales del Ministerio de Cultura indican que hay más salas ahora en Valencia (226) que en 2002 (216), aunque los espectadores son menos: 8,7 millones en toda la provincia en 2002 frente a 7,1 millones en 2009 (casi un 20%). Pese a todos, los datos del último año han significado un ligero repunte, aunque vinculado al efecto de la aparición del 3D, apelan los exhibidores.

Desde el próximo lunes en Valencia sólo quedarán los Babel como cines desligados de áreas comerciales. Incluso el gerente, Antonio Such, admite que la rentabilidad va muy unida a la del restaurante y al hecho de estar en una zona de bares. Se podría añadir esa rara avis que es la sala de reestreno D'Or. Los Lys y los ABC Park se podría alegar también, pero en estos casos parece que el propio centro urbano opera como núcleo comercial.

Los cines Aragón, Acteón, Tyris, Serrano, Martí, Artis. Eslava, Capitol, Metropol, Suizo, el viejo Lys o los Cinesa de Sedaví forman parte ya de la memoria de la ciudad pasada. Por contra, no hay centro comercial o de ocio en la propia urbe o, preferiblemente, en el extrarradio que no tenga sus multicines: El Saler, Gran Turia, Aqua, UGC Campanar, Bonaire, Heron City, MN4, El Osito.

Joan Ribó realizó ayer su primera iniciativa como candidato a la alcaldía de Valencia por Compromís con una nota en la que lamentaba el cierre: "Deja ver lo que es la política cultural de Rita Barberá, donde la vida de barrio se queda sin oferta cultural".