El Museo Valenciano de Etnología vuelve a ser una realidad consistente, siempre que a los políticos no se les ocurran nuevos golpes de timón. Tras reaparecer en 2004 con un espacio dedicado a las ciudades valencianas, la diputación provincial inauguró ayer la segunda fase de este museo, dedicada a la huerta y el marjal, espacios emblemáticos en la construcción de la imagen y la identidad valenciana.

La inversión en estas salas permanentes, que han contado con el patrocinio de Fundación Cajamurcia y la colaboración de la Conselleria de Medio Ambiente, ha sido de 400.000 euros, dijo ayer el diputado Salvador Enguix.La tercera y última fase -dedicada al secano y la montaña- se espera abrirla antes del verano de 2011, aunque como la época económica es "complicada", el responsable provincial de Cultura aventuró un posible retraso hasta el primer trimestre de 2012.

Etnología es la ciencia que estudia costumbres y tradiciones, así que la tendencia es relacionar esta disciplina con lo nostálgico y, en muchos casos, con lo rancio también. Las salas inauguradas ayer son todo lo contrario: una visión rompedora, al explorar una simbiosis entre lo moderno y lo tradicional. Es "una apuesta de riesgo consciente", reconoce el director del museo, Joan Seguí, quien se ha mirado en el espejo del museo referente en etnología en Europa (el de Neuchatel, Suiza).

En todo caso, "la intención no es provocar", aclara, sino "mostrar las posibilidades del lenguaje museístico moderno aunque el objeto a exponer sea un botijo".

Así, las salas de huerta y marjal están divididas en dos apartados. El primero, conceptual y minimalista, sorprende por la presencia de unos pocos elementos, con predominio de pantallas y de lo tecnológico, sobre limpios fondos blancos. Como el riesgo conlleva siempre no agradar a todos, alguna voz calificó ayer este espacio de "calatravista".

Minimonitores con imágenes de zonas de huerta de todo el mundo a través de Google Earth, unos naranjos que simbolizan seis humedales valencianos, una casa reducida a un cilindro rodeado de cortinillas metálicas -con su peculiar sonido-, una cocina representada por una singular tarta de folclóricos souvenirs de cerámica y una torre de cajones de fruta frente a unos rótulos que ofrecen los precios de los mercados de vegetales en distintos años son los elementos fundamentales de este innovador apartado de concepto, reflexión y sorpresa.

Una sala con paneles táctiles sobre la gestión del agua y audiovisuales de labradores que hablan de este asunto -uno de la Vega Baja se queja de que lo que hace falta es agua y otro, de la huerta del norte de Valencia, afirma que sobra- es la transición hacia la segunda zona del nuevo espacio: la de los objetos.

Esta acumula ?-bajo el criterio de la saturación- la mayoría de las 300 piezas reunidas. En distintas vitrinas se exhiben desde instrumentos de labranza (de la colección histórica del museo) hasta la puerta de la primera horchatería de Alboraia, un traje de la Moixeranga de Algemesí, un sable del siglo XVIII reutilizado como hoz o una noria móvil de Orihuela. Porque pese a ser de la diputación provincial, el museo se reivindica como de todo el territorio.

Del desmantelamiento a la recuperación

El Museo de Etnología fue desmantelado hace más de una década. Cosas de la política. El PP alcanzó el poder en la Diputación de Valencia y decidió dar un giro al proyecto del Centre Cultural La Beneficència. El espacio de Etnología fue sacrificado en aras de una supuesta ampliación del Museo de Prehistoria que no ha sido realidad hasta hace bien poco. Pero los políticos pasan, los proyectos van y luego vuelven, y así, en 2004, se ponía en marcha un espacio dedicado a las ciudades valencianas ("La ciutat viscuda", cuya adaptación costó algo más de 350.000 euros) que se convertía en germen de una nueva versión del Museo Valenciano de Etnología.

Las salas permanentes sobre "horta i marjal" inauguradas ayer consolidan el proyecto del museo, dijo ayer su director, Joan Seguí. Pero suponen también un viraje innovador, al apostar por una presentación extremadamente moderna, que contrasta con los objetos tradicionales expuestos.

La tercera fase ocupará las salas del piso superior del actual museo. El "secano y la montaña" cerrará el discurso expositivo sobre la sociedad tradicional valenciana. Al tiempo, se retocará el espacio sobre las ciudades. Si la crisis lo permite, el museo estará completo en 2011. Claro que si se retrasa, como es año de elecciones autonómicas y municipales, podrían cambiar políticos y proyectos. a. g. valencia