Una de las obras más conocidas de Miguel Hernández, Viento del pueblo, fue publicada en Valencia en 1938. Los versos del poeta, que no pudo volver a la capital del Turia cuando lo pidió tras la guerra —quería ir a un sanatorio en Porta Coeli donde curarse de sus problemas respiratorios—, se escucharon de nuevo anoche en Valencia de la mano de Joan Manuel Serrat, que presentó su nuevo trabajo, Hijo de la luz y de la sombra, en los Jardines de Viveros.

Horas después de haber recibido en Bilbao el Premio Nacional de Música Moderna, el cantautor catalán trajo de vuelta al poeta a Valencia. Hernández le tenía un cariño especial, como demostró en el poema que le valió su primer premio —en Elche, a nivel local, en 1931—, Luz...pájaros...sol...: «Para cantar, Valencia, tu hermosura,/no empeño el arpa de oro/que Apolo tañe con experta mano;/son el gitarro mor/que el áspero huertano...». Los versos del poeta llenaron los Jardines de Viveros, abarrotados para la ocasión. Fue quizá el concierto más multitudinario de la Feria de Julio, en una ciudad que siempre acoge al cantautor con los brazos abiertos. «Ahí está, ahí está», susurran cuando aparece al lado del escenario. Y eso que aún no ha abierto la boca.

En la voz de Serrat, los versos de Hernández reviven, si es que alguna vez estuvieron faltos de vigencia. La voz tambaleante, desgarrada, profunda de Serrat suena a campo y a pobreza, a noches bajo las estrellas y a dolores mitigados. No podría haber imaginado el poeta oriolano mejor manera de cantar su Elegía a Ramón Sijé.

En esos terrosos derroteros se mueve todo el concierto. Cada poema-canción viene acompañado de un corto, y algunos precedidos por prosas hernandianas magistralmente recitadas.

Comienza a hacer fresco en Viveros, pero nadie se mueve. Hay gente de píe, parejas abrazadas. La atmósfera es especial. La apoteosis llega con Para la libertad, el himno de la transición. El concierto acaba con un bis, Del ay al ay por el ay, y la pareja Serrat-Hernández logra que Valencia vuelva a respirar poesía.