La actual ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, pasará a la Historia de los gobiernos españoles como una de las gestoras más grises de los sucesivos ejecutivos. Lo de Esperanza Aguirre fue algo más agudo. Pero, casualmente, ambas pasarán a nuestra Historia reciente como las dos ministras que de un plumazo, y cuando todo estaba encarrilado, decidieron cargarse el proyecto de ampliación del Museo de Bellas Artes, San Pío V.

Si la primera, con el plan aprobado, presupuestado y a expensas de adjudicación, tumbaba la última de las fases de ampliación de la mano de su secretario de Cultura, Miguel Ángel Cortés, que había diseñado el gabinete de Carmen Alborch, ahora González-Sinde hace lo propio. Si en el primer caso aún podía entenderse una intencionalidad política, en el de Sinde, el argumento de los recortes presupuestarios no sirve.

Se puede entender que no aumente la subvención al Palau de les Arts, aunque no se justifique, o que no haya dinero para Sagunt a Escena, un sucedáneo de festival en el que durante sus largos años el Ministerio ni ha pinchado ni cortado, pero no se comprende que un proyecto que pusieron en marcha lo socialistas y lleva lustros de espera quede aparcado por su arbitrariedad sin una razón objetiva que lo justifique.

Se podría haber entendido un alargamiento de los plazos de ejecución, pero abocar al olvido a la segunda pinacoteca española con el proyecto aprobado y presupuestado por ella misma, no, y en vías de adjudicación, menos. Más aún siendo de lo poco que le queda por esta autonomía para gestionar y que su coste alcanza apenas los 17 millones. Si algo demuestra Sinde es falta de sensibilidad ante un museo que es propiedad estatal, con goteras por culpa de unas obras abandonadas y con una fachada que se cae a pedazos. Ahora ya no hay ni plazos, pero sí dinero para otros asuntos menores. Sinde viene del cine. Se nota. Podría volver a él.