¿Su despedida es un adiós real o sólo un hasta luego?

Un adiós de verdad. Simplemente, voy a dejar de hacer giras. Sobre todo, ese tipo de giras que ya son para gente energéticamente más joven. Seguiré cantando. Lo haré siempre que me llame un compañero para grabar alguna colaboración y también por solidaridad. Incluso estoy creando una fundación que me gustaría llamar Solidarirock a través de la que quiero encauzar las colaboraciones que me pidan. Quizá ofrezca al año uno o dos conciertos con otra gente.

¿Se despide quemado por algo?

Más que quemarse, uno lo que hace es tomar conciencia de que hay que se consecuente consigo mismo. Soy una persona que siempre ha valorado mucho a la gente que ha venido a verme. Así que, no quiero darle a partir de ahora algo que no merece.

Pero usted grabó aquel disco de «Los viejos roqueros nunca mueren», una auténtica leyenda, y es el primero ahora en bajarse del barco.

¡Hombre!, mi intención no es morirme, simplemente lo voy a dejar.

Tiene ahora 66 años. ¿No habrá pesado en su decisión que le queda un año para la nueva edad de jubilación? Más aún, después de haber apoyado públicamente la huelga del 29-S.

(Ríe fuerte). No, no, no. Pero el otro día, cuando estábamos en el acto de apoyo a la huelga, Cándido Méndez me recordaba esto mismo.

Pero, me parece una putada que un tío que ha estado toda la vida dando el callo, que ha cotizado lo que le ha correspondido religiosamente, no le dejen irse a casa cuando le tocaba. Tampoco estoy a favor de las jubilaciones obligatorias. Sé de gente que está dando clase en la universidad y jubilarlo, con el conocimiento que arrastran, es un error.

En su negocio Mick Jagger o Keith Richards estan fantásticos con su edad; Springsteen acaba de cumplir 60 años y no para de hacer giras y Neil Young, con los suyos, continúa dando guerra eléctrica.

Bueno, Keith Richards está muy mayor... Pero si quiere lo analizamos. En primer lugar, la liga en la que ellos juegan y en la que juego yo no es la misma. Un tío de segunda división como yo no vive entre algodones como ellos. En segundo lugar, ¿lo que hacen los Stones y esta gente, realmente, tiene el mismo valor que antes?

Continúan, ofreciendo espectáculo y rock and roll. Sólo hay que verlos.

Y es fantástico, pero lo mío es una cuestión personal. ¡Y yo estoy muy bien, ojo! La gente de mi generación, si no se ha dedicado a este oficio y la ves ahora, pues muchos están cascados. Lo que sucede es que existe la sensación de que no quieres que la pila se te agote en el escenario.

¿Y qué más?

Y luego, también hay otra explicación. Neil Young, BB King y otros muchos músicos tienen una guitarra entre ellos y el público. Ellos son músicos, yo no. Soy un cantante. No me puedo parapetar detrás de un instrumento. En el momento en que un solista ha de dar cuarenta compases, un cantante ha de hacer algo y hasta ahora me mantenía saltando pero... ¿podré seguir saltando mucho más tiempo?

¿Cree que por las circunstancias políticas en las que arranca su carrera o por el desarrollo de un país que nacía para el rock sin apenas industria, haber llegado hasta donde lo ha hecho tiene más mérito?

No, no. Tendría más mérito si no me hubiera gustado mi profesión y todo lo hubiera hecho como un sacerdocio. Me he dedicado a esto porque me he divertido mucho y, en definitiva, todo en este oficio se lo debes a la gente. No me doy ningún mérito. Todo es de la gente que te ha escogido.

¿Y por qué considera que ha sido uno de los escogidos?

Porque he sido una persona que ha proyectado la inquietud de querer ser siempre mejor. Eso que se dice ahora de la excelencia, término que me da dos patadas, siempre lo he buscado. No he querido nunca hacer mi trabajo desde el punto de vista comparativo sino desde la perspectiva de poner el listón cada vez más alto.

¿Ha llegado hasta donde quería o le queda algún escalón por subir?

Lo único que me queda pendiente es no haber podido tocar una instrumento. Pero también he hecho cosas que no se presuponían que tenía que hacer, como cantar a Kurt Weill o con una orquesta de jazz; o incluso hacer programas de televisión. No sé. No me levanto y tiro cohetes cada día, ni estoy encantado de haberme conocido, pero he hecho lo que creía que tenía que hacer, sin más.

¿Algo que borrar?

Bueno, si hubiera tenido una escuela de pensamiento o una escuela musical a la que seguir, y hubiera fallado en mi credo, me arrepentiría de algo, pero es que todo está inventado. No me arrepiento ni de haber hecho el Rock and Ríos, aunque sé que llegó a taponar en resto de mi carrera.

¿Lo cree realmente así?

Sin duda alguna. Eso también le pasó a Peter Frampton con Comes alive. Mire si le ha costado años superar aquel éxito.

Y ese éxito de «Rock and Ríos», tocar la cima ¿cree que le cambió en algo desde el punto de vista personal?

No, no. Yo ya estaba armado cuando el Rock and Ríos. Había vendido siete millones de discos del Himno a la Alegría y tenía la cabeza en su sitio.

Es cierto que «Rock and Ríos» marcó un antes y un después en el rock español porque un roquero nativo lograba llenar estadios, pero después llega «Rock en el Ruedo», se la juega económicamente, y el público se queda a mitad camino.

Tuvimos la mala suerte de equivocarnos en la planificación. Nos equivocamos fabricando escenarios que eran imposibles de construir y, luego, deberíamos haber comenzado la gira en verano y no en primavera, porque llovía en muchos sitios y la gente estaba de exámenes. Pero creo que el fallo de Rock en el Ruedo es que seguía el espíritu de Rock de una noche de verano y todavía estaba muy fresco en la memoria del espectador.

Pero es que salta desde muy arriba y llega al fondo, donde todo se ve diferente. Al menos, en cuestiones económicas.

Bueno, pero tengo el récord de venta de entradas en Las Ventas donde vendimos 24.000 tickets gracias a tener el escenario en el centro de la plaza.

Es lo que hace U2 ahora.

Sí, sí, pero volvemos a hablar de divisiones.

Al menos le quedará una buena pensión. ¿Ha sido buen ahorrador?

Tuve la suerte de saber invertir en su día con gente del Real Madrid. Participé en una sociedad que montó una fábrica de pan de molde. La vendimos en 2002 y ha sido el mejor negocio de mi vida.

A Miguel Bosé y a Serrat les ha dado por las bodegas.

Pero yo no he diversificado. Otros negocios no me fueron muy bien. Cuando hicimos lo del sello Universal no salió como esperábamos. Cuando hicimos la compañía independiente Rock and Ríos Records tuvimos dificultades. Pero tampoco soy de los que les preocupa el dinero. A mí el dinero siempre me ha producido una gran desazón. Tener mucho dinero, pues no sé... Cuando me daban un talón gordo pensaba: «tío, cómo vas a tener tú esto cuando ves gente con la vida tan complicada». Estoy contento como me ha ido la vida. Tengo mi rinconcito tapado. Afortunadamente, la envidia tampoco viaja conmigo.

Usted es de Granada. Allí estan los Reyes Católicos enterrados, de allí era Lorca, Manuel de Falla, Francisco Ayala...

¡Y Boabdil, tío!

No me ha dejado llegar a preguntarle si le apetece trascender como referencia de su época.

El primer reconocimiento civil que me hicieron fue la Medalla de Granada, que no se la habían entregado a nadie menor de ochenta años. No tengo la culpa de que me den medallas, ni de lo que los demás piensen. Pero si soy referente de algo es por haber luchado por esta profesión, para que hubiera un servicio en el camerino, para que los músicos no tuviéramos que entrar por donde el público o para que hiciéramos giras decentes. Eso es lo que me preocupa.

Corre un email por internet que asegura que, en un examen, a la pregunta de quién era Beethoven un alumno había contestado que era el que había escrito la letra del «Himno a la Alegría» de Miguel Ríos.

(Ríe). Sí, eso me lo han contado. La verdad es que es acojonante darse cuenta de cómo algunas canciones trascienden generacionalmente y también, del analfabetismo crónico de algunos.

¿Dónde acabará la industria?

Como industria ya no existimos. Sobre todo en este país. En Estados Unidos no ha existido una piratería física tan salvaje, que ha llegado a arruinar a la industria. Allí les ha dado tiempo a reconvertir su producto y sistema de venta. La defensa de los derechos en otros países tampoco es como aquí. Pero lo que más me preocupa son las nuevas generaciones y el futuro de la música, del oficio en sí.

No parece que haya solución tangible.

Es complicado. A mí, que el señor Sony o el señor Philips pierdan o ganen dinero no me preocupa porque tienen su inversiones en bonos y las compañías de discos pertenecen a grupos inversores sin alma. Pero no hay que olvidar que el músico es el ultimo eslabón de la cadena y, además, el más débil. Y encima se le trata mal y se le acusa de pesetero.

Su carrera ha trascurrido junto a la Historia del rock español ¿Se puede hablar de Historia o es mejor hacerlo de nombres o momentos puntuales?

Creo que se puede hablar de rock español. Hay rock español, aunque hayan existido altibajos. Actualmente, por ejemplo, no estamos en la cresta sino en la ola. Mientras la gente canta, graba, toca o actúa mejor que nunca, lo que le sale a su alrededor son sólo problemas.

¿Por qué no da un consejo a las nuevas generaciones?

Que sigan, porque el péndulo también irá hacia el otro lado.

¿A qué se va dedicar a partir de ahora?

Me gusta mucho escribir.

Así que nos sorprenderá con sus memorias. ¿Por qué no adelanta cómo y por dónde comenzarán?

...Más de mil razones para decir adiós... No, en serio. Comenzarían en 1982, debajo de la estatua de Colón. Allí dimos un concierto y era el momento más álgido de mi vida.