Que el comisario Montalbano, el inspector Wallander o el niño detective Kalle Molkvist se paseen en estas fechas por las calles de una ciudad llamada Valencia, en ese reducto invicto de imaginación que acoge la mente de cada lector, da pie a reconstruir un fresco auténtico de la sociedad de hoy para advertir hasta dónde resulta real una trama de ficción en la que las divisiones entre el bien y el mal permanecen difuminadas, escudadas en la mentira, o en la que individuos derrotados no cejan en su búsqueda de la verdad en un mar de violencia, corrupción del poder, falta de justicia, cinismo e inseguridad. Tales son las características metafóricas de un género negro al que Valencia presta especial atención este mes de octubre desde dos lugares distintos: la XXXI Mostra de València y los 39 Premis Octubre.

La Mostra, que empieza hoy sus proyecciones hasta el día 30, alberga en su programación el ciclo Generación Millenium. Una retrospectiva del mejor cine negro nórdico de hoy, de apenas distribución internacional, llama la atención sobre ese fenómeno que sucede en lo que se denomina la masa y que excede en su magnitud y poder a cualquier plan controlable: el éxito, que se ha desarrollado en paralelo al boom comercial experimentado por la literatura negra escandinava.

La publicación de Los hombres que no amaban a las mujeres, primera novela del sueco Stieg Larsson, se convirtió el año pasado en un prodigio, completado con los dos siguientes trabajos en la trilogía Millenium que, a posteriori, ha sido llevada al cine con gran respuesta en taquilla y provocando, en el mejor caso, el camino contrario del espectador al lector. Este hecho es el que ha inspirado el ciclo para presentar, coordinado por Jesús Robles, una selección de dieciséis filmes facturados en el norte de Europa que comparten el espíritu de la obra del malogrado Larsson.

Son películas basadas en novelas de potente fuerza narrativa que permiten descubrir, entre otros, títulos como Dinero fácil (basada en el best-seller de Jens Lapidus); Beck, el ojo de la tormenta o Roseanna (a partir de los personajes creados por el matrimonio de periodistas suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö) o Reykjavík-Rotterdam, La noche del lobo y Fallen angels (adaptadas, según sus propias novelas, por Tom Egeland). Como también, Aurora boreal (basada en el éxito de Assa Larsson); Inspector Wallander: Pisando los talones (basada en el best-seller de Henning Mankell); Olor a lana. Las grietas en el muro (a partir del libro de Lars Gustafsson); El ojo de Eva (adaptación del éxito de Karin Fossum). O películas como Bienaventurados los sedientos (según la novela de Anne Holt) o El camino de la serpiente sobre la roca, esta última, dirigida por Bo Widerberg con la historia de una familia que vive en malas condiciones debido a la deuda que tiene con el comerciante de lugar, un argumento tristemente en boga en estos tiempos de crisis.

Novela y cine negro no sólo no mueren, como así hacen sus personajes. Reviven a cada nuevo hallazgo de una investigación en ciernes, de un disparo traidor en una trama confabulatoria que periodistas de oficio o colegas detectives de honor tratan de dilucidar entre los servicios de seguridad corruptos o las mafias implicadas en un pacto de sangre envuelto en la noche y que el cielo los juzgue, porque otro no se sabe si podrá. Todo un Sacrificio de invierno, precisamente, la novela que próximamente cobrará vida en la pantalla de la mano de la comisaria Malin Fors, el personaje creado por Mons Kallentoft, periodista y autor que, el próximo lunes, participará en una mesa redonda en Valencia sobre esta Generación Millenium.

El movimiento artístico dentro del género criminal mantiene lazos de contacto con lo que en la década de los cuarenta significó el cine negro americano y, en los sesenta, el noir francés. Entonces, el alimento de argumentos para aquellos primeros clásicos fueron los thrillers de detectives y crímenes que se publicaban en revistas como Black Mask, con autores como Dashiel Hammett o James M. Cain. Así que tampoco es casualidad que en otro lado de la ciudad, el Octubre Centre de Cultura Contemporània convoque, del 26 al 30 de octubre, el XXII Encontre d´Escriptors para abordar el ciclo Novel·la negra, novel·la social. Ese género que, en parte, se dedica a describir la sociedad donde nacen los criminales y reflexionar sobre su deterioro ético.

Las debilidades humanas, las ansias de poder, la avaricia o las pasiones son temas universales y perennes. Ya lo dijo Sciascia, mejor dicho, su vice, en El diablo y la muerte, cuando citaba al diablo que, cansado, prefería dejarlo todo en manos de los hombres, más eficaces que él. Y es en ese punto donde las jornadas del Octubre, coordinadas por Marià Sánchez y Emili Payà, proponen que sean los mismos escritores de novela negra como Lorenzo Silva, Alicia Giménez, David C. Hall, Veit Heinichen, Andrea Robles, Ferran Torrent o Juli Alandes, entre otros; periodistas como Jordi Bordas, Eduardo Martin o Joan M. Oleaque y expertos, como Àlex Martin o Georges Tyras, los que hagan sus pesquisas en torno a una evidencia que, a veces, de tan próxima, no se deja ver. Que el género trasciende los límites literarios y se convierte en una herramienta de primera magnitud en el estudio de la sociedad.

Y, una pista más para investigar. Que los mismos creadores capaces de novelar el mundo profesional del crimen dialoguen sobre los puntos calientes de esta sociedad de hoy, entre otros, la inmigración, la prostitución, la corrupción política y económica, el crimen organizado o el tráfico de drogas. Los escritores harán este mes de octubre su disección del tiempo presente. Y parafraseando al gran Chandler. Es el simple arte, en este caso, no de matar, sino de narrar la infamia.