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­¿Qué sensaciones le han quedado tras colocarse de nuevo, después de la experiencia de la película «Sagitario» (2001), detrás de las cámaras?

Realmente muy buenas, porque el rodaje de El dios de madera se ha desarrollado bien en todos los sentidos y porque la película ha quedado como yo quería. La idea surgió de un productor que había visto Sagitario y que quería hacer una película conmigo. Siempre me ha interesado el cine y, por ello, le pasé un cuento que tenía escrito y que sirvió de base para el guión. Luego el proyecto se paró... lo cierto es que Un dios de madera comenzó lentamente, pero luego todo ha ido muy bien sin los problemas que, por ejemplo, tuvo «Sagitario», con interrupciones y aplazamientos en el rodaje.

Parece que no esté muy a gusto con el cine que se plasmó en «Sagitario»...

En esa película hay cosas que me gustan y momentos frustrados. Con mi segunda obra puedo decir que es el trabajo que quería hacer y que si ese trabajo es bueno se debe a que el director y su equipo han podido hacer lo que estaba previsto. He sido, y soy, muy crítico conmigo mismo, por ello reconozco los errores cometidos en Sagitario; y eso ha sido clave para mejorar y estar más suelto como director en este último proyecto para la gran pantalla.

Y, luego, se nos fue hasta Valencia, con todo su equipaje de sueños, en busca de los escenarios idóneos para contar la historia que protagoniza Marisa Paredes...

Se rodó íntegramente en Valencia porque es una ciudad grande donde hay presencia de lo antiguo y lo moderno, además de unos decorados excepcionales. El rodaje me permitió recuperar la infancia de mis padres en Valencia. Es cierto que la película no era un proyecto de mucho presupuesto, pero puedo asegurar que el equipo con el que he trabajado me ha hecho sentirme más rico de lo que era. Todo ello ha contribuido a que la película tenga un look que está muy bien y en la que todo es lo que tiene que ser. Ha sido una experiencia única.

Y también Valencia ha sido el único lugar de la Comunitat Valenciana donde se ha estrenado hasta ahora «El dios de madera»...

Ha tenido muchos problemas en la distribución, y por eso estoy muy contento que, ahora, Elx también pueda ver la película y conectar con su historia y sus protagonistas. Se va a ver al auténtico Molina Foix porque es la película que deseaba, responde a mi poética, a mi manera de entender el cine ahora... y es la película que me gustaría ver como espectador. Sigo siendo muy buen espectador de cine y estoy un poco harto de películas que son refritos de modernidades, yo prefiero una puesta en escena más solida.

Pese a todo, ¿cuál está siendo la respuesta del público?

La película, una fábula contemporánea con gran carga emocional, está conectando con públicos amplios y está funcionando gracias al boca a boca; además, de tener el reconocimiento en distintos festivales.

¿Le han quedado ganas de hacer cine?¿Su camino recupera de nuevo la literatura?

Me han quedado ganas de volver, pero no de inmediato. Y, aunque no he parado de escribir, estoy ahora trabajando en un nuevo libro de relatos nuevos y extensos que espero que esté terminado para principios de año. De igual manera, estoy iniciando lo que será mi nuevo libro narrativo que parte de experiencias personales y que tendrá más de memorias que de ficción. Además, también he terminado una obra de teatro que confío que se pueda estrenar dentro de poco.

¿En la distancia cómo vive su relación con el Misteri, ahora que se acercan las representaciones de otoño? ¿Cómo está viendo el Centenario de Miguel Hernández usted que incluyó al poeta en «El abrecartas»?

El Misteri sigue siendo una presencia importante en mi vida, pero la desgracia es que, en los últimos dos años, no he podido ir a Elx a verlo, aunque siempre que puedo colaboro en su difusión para que la gente lo descubra. En cuanto a Miguel Hernández, tengo una vinculación desde estudiante y soy un gran lector de su obra, de la que no me canso nunca. Y luego, apareció en El abrecartas... y tengo muchos recuerdos que me unen a él.