Si supiera el final de una novela no podría escribirla». Este fue el titular que animaba a la lectura de la entrevista con Juan José Millás, firmada por J.R. Seguí y publicada ayer en estas páginas. Me identifico con la afirmación del novelista, pues, con frecuencia, empiezo mis artículos sin saber sobre qué voy a escribir, con lo que parece evidente que ignore su desenlace.

Esta vez me rondaban por la cabeza varias ideas sobre la materia a tratar aquí. Había pensado escribir en torno a varias exposiciones que se están celebrando en la ciudad de Valencia. También había pensado escribir acerca del magnífico volumen coordinado por Manuel Aznar sobre Max Aub, tema que tengo pendiente desde hace tiempo.

Sin embargo, una llamada telefónica me lleva a hablaros de Luis Escuder, que está exponiendo en Galería Cuatro, a quien conocí en la década de los 70, alumno de la Escuela de Artes y Oficios, en la mismísima calle Museo, y a quien perdí de vista, después de haber revolucionado la imagen de una papelería próxima a La Fe.

Treinta años más tarde se produce el reencuentro, que revela su insobornable pasión por el hecho artístico. Esta vez, de la mano de Galería Cuatro, nos ofrece una muestra que pone de manifiesto su interés no sólo por la pintura, en la que le conociamos in illo tempore sino también por la escultura y la fotografía. Hubo unos años que se insistia en la caída de fronteras entre procedimientos artísticos.

Quizá para justificar la necesidad del pintor por trabajar en tres dimensiones se inventó el feísimo término de «escultopintura». Después los escultores se expresaron mediante la fotografía, pero a nadie se le ocurrió referirse a la «escultofoto». Hoy todos pueden pintar, esculpir y fotografíar, a un mismo tiempo —como es el caso de Escuder—, y nadie se escandaliza por ello.

La intimidad de Luis es de una riqueza incuestionable que se expresa con los más sorprendentes materiales. El resultado no deja indiferente a los espectadores, entre los que provoca las más heterogéneas lecturas. A destacar una escultura en homenaje a Alexander MacQueen, el diseñador de moda inglés que fue hallado muerto en su casa de Londres, a los 40 años de edad, el pasado 11 de febrero.

Para finalizar esta columna —algo que no tenía preparado—, opto por una frase de quien ha encabezado estos párrafos, Millás: «Me exaspera cuando se dirigen a mí los periodistas como si no fueran escritores». El concepto literario, tan restringido en algunos escritores de mentalidad decimonónico, se hace abierto y moderno —o postmoderno, si queréis— en autores talentosos como quien escribiera Papel Mojado.

RAFA.PRATS@telefonica.net