Si hay algo de verdad en el manido axioma de que el tiempo sitúa a cada uno en su sitio, la exposición homenaje a Enric Valor inaugurada ayer -pistoletazo de salida de las actividades dedicadas al autor de Castalla como Escriptor de l'Any de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL)- es un impagable ejemplo. Un Valor puro, referente por su producción literaria y lingüística y modelo de compromiso vital con el valenciano es el que surge de las vitrinas y las paredes de la sala Thesaurus del centro cultural La Nau de la Universitat de València.

Es "una exposición global que sitúa a Enric Valor en el lugar que se merece, como uno de los grandes escritores del siglo XX", afirmó la secretaria de la AVL y comisaria del Any Valor, Verònica Cantó.

El tiempo se ha llevado cuando el escritor de la gabardina y el sombrero era incómodo para algunos sectores de la sociedad valenciana. ¿Recuerda alguien cuando incluso se borraba su nombre de algún edificio público? Pasado.

"Un intelectual no es nunca una persona incómoda", apostilló Cantó. La presidenta de la Acadèmia, Ascensió Figueres -ex diputada del PP-, subrayó ayer que la lista de homenajes recibidos por Valor ilustra "el aprecio y cariño" cosechado por el autor en "todos los territorios y de todos los colores políticos".

"De Valor admiramos su dedicación incansable a nuestra lengua y a la creación literaria, pero también su vida, coherente con sus ideas, una vida que, además, es la expresión de un amor profundo por esta tierra nuestra", escribe asimismo Figueres en el catálogo de la muestra, un extenso volumen de investigación sobre el escritor en el que han participado más de sesenta colaboradores.

El homenaje a Enric Valor (Castalla, 1911 - Valencia, 2000) tiene como excusa los diez años de su muerte, aunque se encadena también con el centenario de su nacimiento, que se celebra el año próximo. Por ello, la exhibición, que estará en la Universitat hasta el 23 de enero, abrirá cinco después en el Aula de Cultura de la CAM en Alicante.

El despacho original del escritor preside la muestra. Con la dignidad que el tiempo da a los objetos, allí está la humilde máquina de escribir, la mesa, el buró, el imprescindible Ferrer Pastor, el funcional flexo bermellón entre madera vieja y la percha, con la gabardina y el sombrero. La familia ha cedido todo para la exposición.

Una gran fotografía de un paisaje de Valor (la Penya Roja), unos versos populares aprendidos de niño y que repetía de mayor, imágenes de las ciudades de su vida (Castalla, Elda, Alicante, Valencia), certificados de notas como perito mercantil o el acta de nacimiento completan la parte personal de la muestra, que tendrá visitas guiadas y un taller didáctico para alumnos de ESO.

Las primeras ediciones de las Rondalles de Valor -su producción más conocida, como guardián de la tradición oral- y su obra novelística (modesta, decía él, aunque con más de 3.200 páginas) con primeros ejemplares de L'ambició d'Aleix y el Cicle de Cassana conforman otras secciones.

El Valor lingüista -el de Lea valenciano en 10 días en el desierto de los años 60-, con fotos del grupo Torre, Sanchis Guarner, Josep Giner o Fuster, y el Valor de los homenajes a partir de los 80 completan la muestra, que se cierra con un documental y una joya: el manuscrito del plan de la novela que empezó antes de morir.