E

l panorama dibujado durante las últimas semanas por los diversos sectores culturales valencianos es para preocuparse. Libreros y editores auguran un final de ciclo apocalíptico: descienden las ventas, no crece el número de lectores-la C. Valenciana lleva años por debajo de la media nacional-, la lengua se queda arrinconada y las bibliotecas públicas apenas pueden incrementar o renovar sus fondos.

El audiovisual se encuentra en estado de coma. Y no por falta de creatividad sino por el retraso en los pagos de RTVV. El que no ha optado por un ERE, o a punto está de hacerlo, ha presentado Concurso de Acreedores. No todos han tenido la oportunidad de acabar recolocado en la Ciudad de la Luz.

El proyecto de Alicante es aún, años después, una nebulosa cuya rentabilidad resulta tan ambigua como desconocida. Todavía paga para poder albergar rodajes y tiene unos gastos fijos anuales demás de 20 millones. Pero dentro hay una gran alegría.

El "espectáculo" esbozado hace sólo un par de días por el sector de las Artes Escénicas es la crónica de un final anunciado. Hace dos décadas las movilizaciones tenían resonancia. Si había que ir a la barricadas, se iba. Hoy el lamento es mediático y algo asustadizo por cuestiones crematísticas. Aún así, tienen razón en muchas de sus reivindicaciones, pero sobre todo en el carácter poco dialogante y la agilidad de la responsable de amainar la tormenta, Inmaculada Gil Lázaro, más preocupada de sus ballets que de conseguir equilibrar una disciplina en fase terminal.

Seguramente porque todas las decisiones adoptadas hasta ahora se han hecho de espaldas a la realidad o sin diálogo. Nunca ha existido interés real en normalizar una realidad teatral que se había estabilizado con los años.

Gil Lázaro confunde la experiencia de dirigir una academia de baile privada con gestionar la política teatral de un gobierno autónomo. Sus números, sin embargo, están al rojo vivo y ya les acompaña un cero.

Al menos el IVAM o la Filmoteca o el Instituto de la Música-bastante tiene éste con pagar los sueldos del Cor-, en época de vacas flacas, pueden sacar rentabilidad a unas colecciones que han ido acumulando durante sus veinte años de historia o tiran de patrocinadores-contactos que les llaman- porque del futuro del Museo de Bellas Artes de Valencia, San Pío V, su nueva responsable, Paz Olmos aún no ha dicho nada. Bueno, sí. Cometió la temeridad de mostrar las miserias del museo que su propio Gobierno administra como primer gesto al frente del cargo y denunció las malas condiciones en que se conservan sus valiosas colecciones.

En cualquier museo del mundo, por muy modesto que sea, un gesto así hubiera tenido dos caminos: la dimisión o la destitución. Si como directora acepta que se conserven las colecciones en esas condiciones y no pone un remedio urgente, aunque sea provisional, es para cesar; y si no lo tolera, para dimitir. Como directora general de Patrimonio lleva años conociéndolo y, por tanto, consintiéndolo. Es un buen ejemplo de cómo se funciona por aquí, donde todos callan.

La consellera de Cultura, Trini Miró, recibía la pasada semana de manos de la Reina un premio por el trabajo desarrollado por la Luz de las Imágenes, proyecto que ha puesto al día los bienes de la Iglesia, debe más de doce millones de euros, no paga a proveedores y ya se ha encontrado por el camino con las primeras demandas.

La situación es como para comenzar a tomárselo más en serio de lo que muchos/as lo hacen. Ya no sólo se trata de una responsabilidad añadida al cargo sino de una obligación. Y por cierto, no es de recibo construir un Palau de les Arts de 400 millones de euros para acabar cediéndolo a una escuela privada americana a fin de que lo llene de contenido porque algunos no den más de sí. Pero menos es aún que algunos se pongan medallas por el logro. Y eso sí es muy preocupante. Peor, es Bienvenido, Mr Marshall!