«Angelina o el honor de un brigadier»

teatro principal (valencia)

De Enrique Jardiel Poncela. Int: Chete Lera, Soledad Mallol, Jacobo Dicenta, Carolina Lapausa, Luis Perezagua, Zorión Eguileor, Carmen Arévalo, Daniel Huarte. Ilum.: José Manuel Guerra. Vest.: Javier Artiñano. Escen. y dir.: Juan Carlos Pérez de la Fuente.

Ya lo dice el epitafio de su nicho: «si queréis los mayores elogios, moríos». Porque Jardiel Poncela no tuvo suerte. En su tiempo alcanzó resonancia, su teatro gustó, pero disgustó a la mayoría. Demasiado moderno, demasiado humor inteligente para unos espectadores y unos críticos que no salían de los Quintero. Después, el teatro comprometido también lo rechazó por ser un teatro cómico fantástico e inverosímil y por ser un señorito de derechas. Pero, así es nuestro país, la transición se comió a los dos, al realista, y al irrealista, al escritor comprometido y al señorito de derechas. Y hoy no veo a Jardiel ni como actual, ni como antiguo, sino todo lo contrario: como un clásico.

Y, sí, un clásico es esta obra escrita en 1934 y que ha resucitado Pérez de la Fuente. Su puesta en escena ha querido jugar al tinglado de la antigua farsa, con telones pintados, candilejas e interpretaciones farsescas. Ante este dramón donde el amor se escribe sin hache, este pastiche, este brote continuo de ripios, de situaciones surrealistas, el director ha ido a su encuentro con ingenio y notables soluciones escénicas. Cuenta con buen elenco, del que destaca Chete Lera, magnífico Brigadier (cuidado, en momentos, con la voz…) y Jacobo Dicenta (el amante). Carolina Lapausa, muy ajustada al papel de Angelina, debiera rebajar la exageración. Lo cual me conduce a: ¿podría este drama plantearse desde un contexto más naturalista, para que sus farseadas rimas sonasen más contradictorias? Lo dejo en el aire porque en la tierra está un juego escénico que busca al autor que desmitificó el drama romántico, desbancando a la vieja Doña Inés, por Angelina, blanca por fuera, y rosa por dentro, provocadora del derrumbe del honor. Madre (el drama padre). No niego que el texto suene a ingenuo, a un tipo de teatro que en otro tiempo fue revolucionario... Pero esto sólo puede ser visto con ojos de mujer fatal, porque los míos fueron de disfrute. Mi simpatía por Jardiel supera todo contratiempo. Por el honor del Jardiel; todavía debajo de un almendro.